"Frío Caliente", de Pacho O'Donnell, la sordidez de un inconsciente que clama por confesar u ocultarse
Rodando, rodando... ayer La última bambalina se acercó de nuevo a La Sala, ese nuevo y acogedor recinto escénico situado en la madrileña calle de Palos de la Frontera que parece dispuesto a ofrecer una programación alternativa original y de calidad. Y como tal puede calificarse la singular pieza escrita por el Dr. Pacho O'Donnell con el título de Lo frío y lo caliente, allá por los años setenta del pasado siglo, que aún hoy sigue conmocionando al público que asiste a su representación por la complejidad de su lenguaje, los temas que aborda y el modo descarnado -sin perder un halo de surrealista poeticidad- de hacerlo.
Estrenada por Cristina Rota en España, en 1980, durante el exilio de su autor, esta nueva versión de la obra de O'Donnell, a cargo del también argentino Nahuel Picone, director del montaje en colaboración con el gaditano Paco Sepúlveda, ha estado representándose -con el título de Frío Caliente- a lo largo de todo este mes de junio en La Sala, donde ayer se despidió en una función llena de intensidad y emociones afloradas.
Este montaje incide en un minimalismo expresionista y simbólico, cercano a la abstracción, donde la metáfora lo inunda todo. Acertadísimo nos pareció el empleo de una camilla multiusos, de desvencijado aspecto, con la que los directores recrean los más sorprendentes espacios y situaciones -el ambiente nos hace sentir en un inquietante lugar, con algo de manicomio-; y, hábilmente empleada, puede transformarse en un instrumento de tortura. Al igual que ese maniquí luminoso que representa al padre y marido ausente, Rolando. Como nos pareció muy acertada la ubicación de parte del público en mitad casi del espacio escénico, compartiendo, respirando, sintiéndose inmerso en una locura que contempla de cerca, impelido por ella y también impotente; y el uso de una iluminación que contribuye a crear esas atmósferas y situaciones.
Apenas unos símbolos más -entre ellos, un tomate de ingeniosa e impactante utilidad- son suficientes para recrear una historia de amores y fobias filiales, deseos, posesión, miedo, degradación, locura... Todo ello focalizado en el lugar donde se gestan las mayores virtudes, pero también los más perniciosos traumas y represiones: la familia. Un padre ausente y mancillado por la madre, Irma; esta misma junto a su hija; y la promesa de una vida nueva, fuera de la prisión doméstica en que Gabi está presa, representada por otro hombre, Felipe. La situación ideal para que Freud se sintiera realizado.
Excelente trabajo actoral a cargo de Eva Quirós (la madre), intensa y verdadera en su interpretación, y Gloria Montiel (la hija), cuya fuerza y expresiva y dominio físico impregnan el espacio; a quienes acompaña, como contrapunto masculino que aguarda tras las sombras, Luis Basadre, encargado de interpretar la ambientación musical de la pieza con una guitarra española que lo acompaña de principio a fin de la función.
Una nueva e interesante experiencia teatral que nos permitió conocer no solo el trabajo de Pacho O'Donnell, sino volver a confirmar la vitalidad -y calidad- de que sigue gozando la escena madrileña de a pie, de barrio, dispuesta a sobrevivir haciendo lo que ama. Frío Caliente volverá a La Sala en septiembre; un espacio alternativo al que hay que prestar atención.
José Luis González Subías
Fotografías: José Fernández de Córdoba
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