El salto al vacío de una lluvia de ángeles tras la esperanza


Ayer nos acercamos de nuevo a La Encina Teatro, una de esas heroicas salas madrileñas, de a pie, que siguen manteniendo vivo el espíritu de un teatro minoritario y alternativo, humilde, desde la marginalidad que otorga la independencia, para asistir al estreno de una pieza que no debería pasar desapercibida. Nos referimos a Lluvia de ángeles, un texto del dramaturgo argentino Santiago Serrano que nos causó una magnífica impresión. 
   
Enmarcada en la tradición del teatro del absurdo, la obra de Serrano, -escrita en 2001, según pudimos averiguar en el muy interesante coloquio que siguió a la representación- parte de una situación ilógica en un ambiente reconocible y muy real, incluso costumbrista, en el que dos personajes femeninos, tan reconocibles y reales como la plaza donde se encuentran y los edificios -tan imaginarios como esta- que los rodean, mantienen una conversación absolutamente razonable, cuya incoherencia nace tan solo de lo absurdo de la situación misma. La acción se inicia con el más extravagante de ambos personajes en escena (Imán Velasco), oteando, vigilando y anotando los recurrentes suicidios que se producen diariamente, desde lo alto de unas ventanas, normalmente cerradas, que son solo los respiraderos o vomitorios de unos habitáculos donde se oculta y esconde una población muerta en vida. Pronto se une a esta lo que a todas luces es una amable, comedida, correcta y educada viuda (Natalia Fisac) que, sin apenas darse cuenta, se ve envuelta en una desconcertante conversación cuyo tema central no es otro, en principio, que la muerte y el suicidio. 

En muchos aspectos la obra nos recordó la "clásica" dramaturgia vanguardista española de los años previos a la transición, desde Muñiz a Ballesteros, Mediero, incluso Arrabal, y sus primeras escenas trajeron a nuestra memoria la imagen de un Madrid (nosotros veíamos Madrid, pero podría tratarse de cualquier otra ciudad) visto por Larra como un vasto cementerio "donde cada casa es el nicho de una familia", o a la ciudad "de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)" inmortalizada por el poeta Dámaso Alonso. Romántica (de un romanticismo tragicómico, capaz de reírse de sí mismo) y agónicamente existencial nos pareció la visión ofrecida por Santiago Serrano de una vida que dejamos escapar sin haberla saboreado lo suficiente. Pensamos más en la muerte que en la vida, y el temor de su permanente acechanza limita aún más una existencia que realmente no vivimos. El miedo, la alienación y la soledad son en realidad los temas de una intensa pieza teatral en la que la nostalgia de un tiempo pasado donde las relaciones y la vida parecían palpitar de un modo distinto, junto con la crítica a una nueva sociedad encapsulada en realidades virtuales que saben a un mundo -sin mundo- feliz, se entrelazan con la humorística visión de dos personajes que se encuentran, se miran, conversan y deciden saltar, como verdaderos ángeles, a la vida. 

Una obra de hondura, que invita a la reflexión, arranca una sonrisa y ofrece la esperanza de una salvación siempre posible es esta Lluvia de ángeles, que cuenta con el atractivo de estar interpretada por dos grandes actrices. Imán Velasco, directora asimismo de un montaje marcado por una sobriedad más que apropiada para el texto (un simple banco en mitad del escenario, con unas pocas hojas de otoño a sus pies), nos ofrece un singular personaje que conoce el secreto, pero vive ensimismada asimismo en una enfermiza obsesión sin salida, que la milagrosa aparición del encantadoramente anodino y normal personaje encarnado por Natalia Fisac permitirá deshacer. Fisac construye una figura más cercana a la realidad, adornada con múltiples matices interpretativos y un registro, con una técnica inmejorable, lo bastante dúctil como para trasladarnos de la risa a la emoción en un instante. Brillante trabajo interpretativo de ambas que enriquece aún más, si cabe, la excelencia de un texto de gran altura humana, intelectual y literaria.

La función, que duró poco más de una hora (intensa y suficiente), dio paso a un interesante coloquio donde los asistentes pudimos debatir, junto con las actrices, y compartir la experiencia de lo visto. Este formato es parte imprescindible del concepto de Teatro-fórum que amplía la noción del espectáculo teatral y hace partícipe aún más de este al público, cuyas aportaciones enriquecen la lectura y las sucesivas puestas en escena de la obra.

Lluvia de ángeles es una de esas representaciones que hay que ver ahora mismo en Madrid. Todavía podrá hacerse en La Encina Teatro, los viernes 23 y 30 de septiembre. No se la pierdan; merece la pena.

José Luis González Subías


Fotografías: Luis Saguar y Goyo de Pacheco

Comentarios

  1. Gracias José Luís, un fuerte abrazo!!

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    1. Gracias a ti, Imán, por tu entrega y pasión, y el resultado del trabajo que habéis realizado.

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