"La Florida", un edificio y una trama de secretos inconfesables

 

La Florida, una nueva creación del dramaturgo y director valenciano Víctor Sánchez Rodríguez, se representa estos días en la sala Max Aub de las Naves del Español; y a ella acudimos ayer domingo, ajenos a la vorágine millonaria del culto al esférico, con la ilusión de conocer la obra de un autor ausente hasta el momento en las páginas de La última bambalina, y la esperanza de disfrutar -no esperábamos menos, teniendo en cuenta el nombre de algunos de los actores que conforman el reparto de la pieza- de una gran velada teatral.

El comienzo de la obra anunciaba algo prometedor, y despertó nuestro interés enseguida. Ese personaje que se dirige al público para ponerle en antecedentes sobre su propia condición y adentrarnos, desde un monólogo ingenioso, con su chispa de humor, en la situación argumental que sostiene la comedia dramática -dramedia lo llaman ahora- que tendrá lugar sobre la escena, y la posterior aparición en el piso alto del escenario de una Silvia Marsó majestuosa, cuya luz se irradió, a través de su bien timbrada y melodiosa voz, sobre los asistentes, nos las prometía muy felices. Y así fue en los siguientes prolegómenos de la acción, a medida que se iban presentando cada uno de los muy interesantes y antiheroicos personajes que habitan ese edificio de apartamentos de alquiler, en plena costa, denominado La Florida, donde acaba de cometerse un crimen.

Un thriller escénico, con su toque de humor negro, que ha trocado sus grises por el colorido opaco del neón y los verdes, azules, rojos y dorados de un glamur decadente
, con palmeras de fondo y aire vintage del siglo pasado, recreado con sumo acierto desde la escenografía y el vestuario diseñados por Alessio Meloni, es la armazón estética y argumental de una trama cuya intriga -uno de los principales defectos, en nuestra opinión, de la pieza- no se desarrolla con el suficiente y creciente interés que debería. Cierto es que probablemente esta sea solo la excusa para adentrarnos en el trasfondo de unas vidas -esas sí, grises- tan decadentes como el entorno en el que se han refugiado para dejarse morir, olvidadas de todos y de sí mismas; como lo hará finalmente el policía encargado de la investigación en torno a un asesinato con sadomasoquismo, homosexualidad, prostitución, deseos prohibidos, ciencias ocultas... y soledad, mucha soledad, y necesidad de amor, incluidos.

Un cóctel que podría haber resultado explosivamente bueno, aderezado con algunos brillantes momentos musicales interpretados por Silvia Marsó, quien da vida además a uno de los más logrados personajes de la obra, pero que se vuelve algo lánguido y confuso a medida que avanza la acción, cuyo final resulta, a nuestros ojos, tan inconsistente y forzado como muchas de las escenas propuestas por el dramaturgo, director asimismo del montaje.

Hasta la interpretación de unos personajes que no acaban de cobrar su sentido vital, más allá de la utilidad que el autor les otorga en función de su juego escénico, se resiente a causa de estos detalles que estamos comentando. No ocurre así con Francisco Reyes, que construye un Abdón carismático, con modulados matices personales, al que el actor aporta una flema genuina en sus trabajos; y Silvia Marsó, que no solo deslumbra como cantante, sino también como actriz, en la creación de una Lola Fargas que destaca en este peculiar universo de La Florida. Lorena López, Vito Sanz -que, siendo el policía encargado de la investigación, no termina de llenar el espacio protagonista que le correspondería- y Amparo Fernández no consiguen, sin embargo, entendemos que por los motivos señalados, sobresalir en sus respectivos papeles.

Luces y sombras, en definitiva, hemos visto en una obra de la que esperábamos, como anunciábamos al inicio de esta reseña, mucho más. No tenemos la menor duda de que su autor, Víctor Sánchez Rodríguez, sabe bien lo que se hace, conoce el medio y sabe construir historias e intrigas escénicas; y estamos seguros de que pronto podremos elogiar desde La última bambalina sus nuevos trabajos. Es probable incluso que nada de lo que hemos dicho tenga sentido alguno (más que para nosotros), pues las reiteradas y estentóreas risas que se escuchaban entre el público -confesamos haber sonreído también en alguna ocasión- parecen desmentir nuestros asertos. Como siempre, en teatro no hay más verdad que la que dicta el respetable, pues a él debe su existencia. La Florida permanecerá en la sala Max Aub de las Naves del Español hasta el 22 de enero de 2023. Vayan a verla y juzguen por ustedes mismos. No deja de ser una interesante propuesta teatral.

José Luis González Subías


Fotografías: Coral Ortiz

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