"Coronada y el toro", una ensoñación farsesca y furiosa de Francisco Nieva, en las Naves del Español


Tenía que ser Nieva, nada menos que Francisco Nieva, quien resucitara para recordarnos que somos mortales, que no hay nada nuevo bajo el sol y que, para subir un peldaño, siempre otros previos deben conocerse. Una buena lección de humildad, apropiada para quien piense que está a la última por el mero hecho de haber nacido después. A veces conviene mirar al pasado para descubrir un aire, un soplo o un vendaval verdaderamente arriesgado, heterodoxo, revolucionario y herético, en el más completo y sanador sentido de estos términos. Y es que el señor Nieva, quien lo fue todo en la vida escénica española tras el despertar democrático de este país, corre el peligro, como tantos otros dramaturgos de nuestro cada vez más lejano -siendo tan cerca- siglo XX, de quedar relegado al olvido donde habitan con la señora Tártara nuestros grandes referentes literarios y culturales pretéritos.

No había vuelto a llevarse a un gran teatro un texto de Francisco Nieva desde que Guillermo Heras -el pasado domingo pude verlo en primera fila, contemplando atentamente cuanto sucedía en la sala Max Aub de las Naves del Español- dirigiera Salvator Rosa; Salvator Rosa o el artista, en un montaje del Centro Dramático Nacional estrenado en febrero de 2015, aún en vida del ilustre manchego. Es, pues, este nuevo montaje dirigido por Rakel Camacho, desde su admiración confesa por el dramaturgo, un acontecimiento escénico muy especial, poco habitual hoy en los escenarios. Publicada en 1974 y estrenada en abril de 1982, en el Teatro María Guerrero de Madrid, bajo la dirección del propio Nieva y con una escenografía de su autoría, Coronada y el toro ha vuelto a cornear al respetable en la sala Max Aub de las Naves del Matadero de Madrid, donde se representa desde el pasado 17 de marzo.   

Coronada y el toro
 es una de las piezas incluidas por el autor en lo que él mismo denominó -muy acertadamente- "teatro de farsa y calamidad", no lejos en muchos aspectos de los textos que presenta como "teatro furioso". Barroquismo esperpéntico, mito y rito, farsa, parodia de charanga y pandereta remozada con aires de fiesta entre litúrgica y báquica, orgía, exceso y carnaval. Todo ello se da cita en esta ceremonia escénica donde confluyen algunas de las corrientes estéticas y teatrales más importantes del pasado siglo: el simbolismo, Grotowski, Artaud..., así como la clara influencia de la transgresión carnal valleinclanesca y las concomitancias con el teatro pánico de Arrabal o el desaforado vanguardismo ilógico-lúdico de Romero Esteo. Los conocedores de esta tradición escénica se sentirán regocijados de volver a encontrarse con el teatro que hace cincuenta años marcaba el diapasón de la modernidad teatral en España, ligada al teatro independiente y protagonizada por una generación que fue conocida como "Nuevo Teatro Español", dentro y fuera de nuestras fronteras; y los jóvenes que se encuentren por primera vez con ella podrán descubrir todo un mundo expresivo y plástico capaz de estimular un cúmulo de sensaciones visuales y auditivas.

La historia de Coronada y el toro se levanta sobre un texto alocado y lúdico que nos traslada a la España castiza y popular, de mantilla, escapulario y cencerrada taurina, con tricornios afilados como espadas casposas. Así retrata Francisco Nieva aquel tiempo que conoció, de resabios atávicos anclados a una memoria colectiva que lentamente va desapareciendo. La que fuera fiesta nacional, de ascendentes mitológicos que nos remontan al sacrificio de la víctima inocente frente a la bestia, y al enfrentamiento del héroe que mide sus fuerzas y su valor contra un poder superior que lo atenaza, con el anhelo siempre presente de encontrar la libertad... la fiesta del toro... se convierte en el centro de esta fantasía rabiosa donde las fuerzas telúricas y carnales alzan la voz para mostrarse con toda su provocadora, retadora, desnudez. La muerte liberadora y rebelde es el resultado de una lucha que muestra el camino y la esperanza.

Una multitud de sugerencias y estímulos, símbolos y elementos dispares, plenos de significado
, muchos de ellos ligados al teatro de calle y popular (disfraces, máscaras, zancos), son manejados con maestría y efectividad por Rakel Camacho, en un montaje donde el espacio escénico diseñado por José Luis Raymond, la iluminación a cargo de Baltasar Patiño y el vestuario de Ikerne Giménez cobran un especial protagonismo; al igual que la aportación musical de Pablo Peña y Álvaro Romero, quien pone voz -una fantástica voz- a las canciones que forman parte del espectáculo.

Dan vida y forma humana a esta singular "rapsodia española", como la denominó su autor, un excelente -y generoso- reparto de once intérpretes -los verdaderos protagonistas del arte escénico- cuyos nombres son siempre de obligada mención en nuestras páginas: Lorena Benito, Eva Caballero, Juanfra Juárez, Jorge Kent, Chani Martín, Nerea Moreno, Pedro Ángel Roca, Álvaro Romero, Antonio Sansano, Sanna Toivanen y Germán Vigara.

Coronada y el toro no es, probablemente, un espectáculo para todos los públicos, pero sí una obra dirigida al mejor de los públicos, que, como los espectadores que asisten al retablo de las maravillas, lo somos todos. Quien ame el teatro y la transgresión inherente a Dioniso, su dios inspirador, tiene una cita obligada con Francisco Nieva y este magnífico montaje, dirigido por Rakel Camacho, que permanecerá en la sala Max Aub de las Naves del Español hasta el 15 de abril. 

José Luis González Subías


Fotografías: Javier Naval

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