Juan Carlos Rubio versiona y dirige "El sonido oculto", de Adam Rapp; un thriller dramático llegado de Broadway


El pasado 29 de marzo llegó a la escena del Teatro Pavón El sonido oculto, adaptación de Juan Carlos Rubio de uno de los más recientes éxitos de Broadway, The Sound Inside; obra del escritor estadounidense Adam Rapp (Chicago, 1968) que en 2019 obtuvo seis nominaciones a los Premios Tony y ha sido considerada por la crítica neoyorquina como una de las diez mejores obras teatrales de ese año.

Son de agradecer estas adaptaciones, que ponen a nuestro alcance las últimas novedades del teatro contemporáneo estadounidense y nos acercan la dramaturgia del país donde escribieron sus textos Miller, O'Neill, Williams o Albee; y, más recientemente, David Mamet o Christy Hall, autores que han sido protagonistas ya de nuestras "bambalinas", cuyos textos y dramaturgia mucho tienen que ver con las obras de Adam Rapp -quien debe añadirse a la lista de los anteriores-, y especialmente con la que nos ocupa.

Gran conocedor de este tipo de piezas dramáticas basadas en la palabra y en la intriga (bajo su dirección se ha estrenado la mayoría de los últimos montajes de David Mamet en nuestro país), Juan Carlos Rubio ha escrito una adaptación impecable, respetuosa con el original, que ha dirigido con la solvencia y rigor a que este todoterreno de la escena -tanto en su faceta de director como de dramaturgo- nos tiene acostumbrados.

Rubio parte de un texto, como señalábamos, precedido y avalado por su exitoso paso por Broadway, y se ha acompañado de un equipo artístico de comprobada valía y prestigio, junto a dos intérpretes de rostro y nombre conocidos para el gran público, gracias especialmente a sus apariciones en la gran y pequeña pantalla. De nuevo, un producto que reúne los ingredientes necesarios para ser un éxito. Y no dudamos de que la obra merece los calurosos y encendidos aplausos que el público le otorgó, lo que parece avalar su aceptación y buen resultado; sin embargo, su adecuada factura, construcción y desarrollo no llegan a traspasar la barrera de una notable corrección. Analicemos por qué.

En primer lugar, El sonido oculto no se trata de un texto que provoque en el espectador asiduo al teatro la sorpresa. Su innegable relación con tantas otras obras previas que sustentan su interés en la creación de una trama inquietante, basada en la intriga, de ambientación contemporánea y estética realista, resta extrañamiento y efectividad a la historia creada por el dramaturgo estadounidense. Tampoco es nueva la íntima y perturbadora relación entre un profesor -habitualmente de Literatura- y un alumno, en sus diversas combinaciones (también profesor y alumna, o profesora y alumno), sobre la que se han abordado conflictivos temas de gran interés social y se han puesto en entredicho incómodos y asumidos tópicos. De hecho, la versión de Rubio incluye entre las numerosas referencias literarias que salpican el texto -especialmente en su primera parte-, sobre el que extiende su sombra el asesinato de Raskolnikov en Crimen y castigo, una alusión directa a El chico de la última fila de Mayorga, donde la trama parte asimismo de un profesor de Literatura y un alumno aventajado en la creación narrativa.

Asumidas por tanto las dificultades de abordar una trama en absoluto novedosa -aunque también sus posibilidades y el interés que estas suscitan en el público-, el director de la adaptación -impecable desde el punto de vista textual- ha tratado de sacar a esta su mayor partido escénico contando con las herramientas que el propio texto y el equipo artístico a su disposición le ofrecen. El sobresaliente trabajo escenográfico de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán queda desfigurado, diluido y poco aprovechado, en nuestra opinión, por una iluminación (diseñada por Nicolás Fischtel) que deja en la penumbra, la mayor parte del tiempo, tanto gran parte del espacio como a los actores mismos, cuyo rostro e interpretación quedaron ensombrecidos -física y metafóricamente- por lo que consideramos un errado planteamiento o poco acertado empleo de este importantísimo recurso escénico. Ni siquiera el hecho de hallarnos ante un thriller psicológico justifica la casi permanente semioscuridad en que trascurre la acción. Una acción -y vaya aquí otro de nuestros reparos- que, siguiendo una práctica muy extendida en el teatro contemporáneo, no llega nunca a serlo, al recurrirse a la narratividad como fórmula para "contar" en escena unos hechos cuyo tiempo presente nunca llega a serlo, desde el distanciamiento que otorga el relato de algo ya sucedido.

Y vayamos finalmente al trabajo de los dos únicos actores que conforman el reparto. Toni Acosta, que fue creciendo en intensidad y verdad a medida que avanzaba la acción, en su papel de Julia Martín, profesora de escritura creativa en la Universidad de Salamanca, nos ofreció una actuación de notable altura, con momentos verdaderamente sublimes; bien es cierto que su interpretación cercana y "naturalista", muy apropiada para hablarle a la cámara, queda algo desvaída -a pesar de los micrófonos- en la infinitud del lejano escenario de un teatro. En cualquier caso, buena parte del mérito de este montaje debe atribuírsele al excelente trabajo interpretativo de esta, a quien acompaña, en un desigual tour de forceOmar Ayuso -correcto en su papel, aunque sin brillo ni matices-, quien da vida a ese enigmático y perturbador alumno emanado de Salinger que es Hugo Barroso.

No deja de tener interés esta producción, que, a pesar de los reparos señalados, es un producto de calidad y cumple con su cometido tanto de atraer al público como, en cualquier caso -mérito sobresaliente-, de divulgar en España el trabajo de un dramaturgo de éxito en la escena neoyorquina.

El sonido oscuro, de Adam Rapp, en versión y dirección de Juan Carlos Rubio, podrá seguir viéndose en el Teatro Pavón de Madrid hasta el 14 de mayo. ¡Pasen y vean!

José Luis González Subías


Fotografías: Sergio Parra

Comentarios

  1. Javier Moreno Antonino4 de mayo de 2023, 4:01

    Lo que más me gusta de tus comentarios es la cuidada metodología que aplicas para analizar los pros y los contras. En esa cuidada disección das tu firme opinión sin pretender pontificar, orientado al posible espectador sobre los puntos en que debería fijar su atención, dejando abierta la puerta a sus conclusiones.

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    1. Muchas gracias, Javier. Un elogio que valoro especialmente, viniendo de alguien que conoce muy bien el arte de la "belleza escénica", su teoría y práctica escenográfica.

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