"Valor, agravio y mujer", una excelente comedia del más puro teatro barroco, en el Teatro de la Comedia


El nombre de Ana Caro de Mallén, hasta ahora prácticamente desconocido salvo para algunos estudiosos del teatro barroco español, comienza a incorporarse al repertorio de dramaturgos representados en el circuito de la escena actual hace apenas unos años. El hecho de que su obra conservada se limite a un par de comedias y una loa no ha favorecido la difusión de su dramaturgia, oculta entre la vorágine de textos áureos prestos a ser recuperados para los pingües festivales de teatro clásico de nuestros días. Sin embargo, Ana Caro nació mujer; y esa condición -no excluyente en su época, a juzgar por su ejemplo y el de otras escritoras que publicaron y estrenaron sus obras entonces-, que pudo ocultarla a los ojos de la historia posterior, ha servido para impulsarla hoy a la altura de los restantes poetas dramáticos de su tiempo, demostrando, con este Valor, agravio y mujer que desde el 13 de abril se representa en el Teatro de la Comedia, que su pluma y su verso se hallaban a la altura de los mejores.

El excelente texto de Mallén, en una impecable versión a cargo de Juana Escabias que potencia el motivo central de la pieza y focaliza la acción en la figura de doña Leonor de Ribera, dama sevillana agraviada y ultrajada por un vil don Juan de Córdoba que la ha abandonado después de haberla seducido prometiéndole matrimonio, recurre a un asunto numerosas veces utilizado en la dramaturgia del Siglo de Oro -sin ir más lejos, recuérdese la Rosaura de La vida es sueño-, pero no por ello menos efectivo. Disfrazada de hombre y adoptando el nombre de Leonardo, doña Leonor se presentará en Flandes, donde transcurre la acción, para vengarse de la humillación y deshonra sufrida quitando la vida con su espada a don Juan, quien se halla allí buscando "mayor espacio para sus hazañas", como ese otro sevillano ilustre de quien no se halla lejos en sus maneras e intenciones respecto al sexo femenino. En Bruselas, este conoce a la condesa Estela, a quien ha salvado de unos bandidos -forma habitual de conocer y ganar el favor de una dama en la dramaturgia clásica española- y trata de seducir, así como a don Fernando, enamorado de esta y, casualmente, hermano de la ultrajada Leonor, quien le ofrece a don Juan su protección y hospedaje. El enredo está servido. Don Leonardo -doña Leonor-, llegado a la ciudad haciéndose pasar por primo de don Fernando, con la intención de restaurar el honor de una dama, cautivará el corazón de este y de don Juan con su valentía y apostura; pero también el de la condesa, a quien pretende asimismo un príncipe de Pinoy con aires de figurón cuya presencia en la trama es apenas relevante. Tan poco relevante como los criados Tomillo y Ribete, que quedan algo desfigurados en su papel de graciosos.

Valor, agravio y mujer
es una comedia de elevados vuelos dramáticos. Escrita en la primera mitad del siglo XVII (Ana Caro muere en 1646, a consecuencia de la peste), la obra de esta escritora afincada en Sevilla es una manifestación del más acendrado espíritu barroco, visible en un lenguaje y un tono que remiten, más que a Lope, a la escuela calderoniana. Esta densidad ha sido plasmada estéticamente, con sumo acierto, por Beatriz Argüello, responsable de la dirección de un montaje sobresaliente y exquisito, plagado de detalles de buen gusto y saber hacer, que convierten la obra en un verdadero espectáculo de color, movimiento y permanente juego corporal con el espacio y sus diferentes elementos significativos: la excepcional escenografía planteada por Carolina González, imaginativa, sugerente y dúctil, que conjuga armónicamente la profusión barroca con el minimalismo escénico; el rico vestuario diseñado por Rosa García Andújar, respetuoso con la época y actual en su intención y resultado; y la iluminación de Paloma Parra, que potencia las luces y las sombras de un montaje inspirado visualmente en el cromatismo azulado de la paleta de Poussin, las formas rubensianas y el claroscuro de los flamencos Rembrandt o Vermeer.

Argüello ha potenciado el uso de la esgrima en escena (excelente trabajo del maestro Jesús Esperanza), dando a los diversos combates a espada que se desarrollan a lo largo de la trama un protagonismo a nuestros ojos acertado, que aporta virilidad -en el mejor de los sentidos- y dinamismo a la acción, junto con un estilismo casi coreográfico de una enorme belleza plástica (majestuosa la danza establecida con los dos practicables móviles que sustentan buena parte de la escenografía, mientras don Juan se bate con un desconocido tras quien se oculta Leonor; o el momento en que ambos contrincantes, ahora esta como Leonardo, blanden sus armas a cámara lenta).

El montaje se sustenta asimismo en un gran trabajo actoral, protagonizado por un generoso reparto de nueve intérpretes, con una sobresaliente Julia Piera que acapara el foco de la trama en su papel de Leonor/Leonardo y realiza un excelente tándem con el don Juan encarnado por Pablo Gómez-Pando, actor de notables dotes, muy avezado en el teatro clásico. Perfecta la sobriedad y caballerosa compostura del don Fernando recreado por Paco Pozo; y muy solventes en su cometido Ignacio Jiménez, como príncipe Ludovico, Luis Moreno y Jesús Hierónides, en sus respectivos papeles de Ribete y Tomillo -si bien, este último, algo más desvaído que el anterior-, Lucía Barrado (condesa Estela), Natalia Llorente (Lisarda) y Sol Vicente (Flora), quien aporta a la pieza su voz de soprano y el sonido de una viola manejada con soltura. 

Un excelente montaje, en definitiva, para una comedia digna de ser conocida, a la altura de los textos más representativos de nuestro teatro barroco. Valor, agravio y mujer, de Ana Caro, podrá verse en el Teatro de la Comedia, hasta el próximo 4 de junio. Sin duda alguna, una obra que hay que ver. No se la pierdan.

José Luis González Subías


Fotografías: Sergio Parra

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