"La tumba de Antígona" de María Zambrano, en un espectáculo de danza-teatro dirigido por Cristina D. Silveira


Un bello espectáculo de alto valor y contenido estético e intelectual -con eso nos quedamos- es La tumba de Antígona que ayer se representó en el Teatro Bellas Artes, en el marco de un Festival de Mérida en Madrid -ya en su quinta edición- que sigue apostando por mostrar en la capital algunas de las piezas programadas en la ciudad extremeña durante el encuentro estival del año previo.

No es la primera vez que esta singular pieza, estrenada el 17 de agosto de 2022, se ofrece entre las piedras del célebre teatro romano. Ya lo hizo treinta años antes, no mucho después del fallecimiento en Madrid de la célebre pensadora malagueña María Zambrano (1904-1991), la compañía de Victoria Vera, quien interpretó en aquella ocasión el papel de Antígona. La nueva versión de esta compleja obra deja tal responsabilidad sobre la actriz almendralejense Ana García, quien durante dos horas de representación sostiene un extenso discurso, entre filosófico y poético -prácticamente un monólogo-, que solo la muy acertada dirección de Cristina D. Silveira, autora de la versión junto con Nieves Rodríguez Rodríguez, y el impecable trabajo artístico del conjunto del elenco (Ana García, Cristina Pérez Bermejo, Lara Martorán, Camilo Maqueda, Mamen Godoy, Tania Garrido, Jorge Barrantes, Fermín Núñez, Iván Luis y Francisco García) logra salvar de una monótona languidez que, aun así, marca el ritmo de buena parte de la función.

Esta atonía, en nuestra opinión, queda personificada en la figura de la actriz que interpreta a Antígona, quien, desde su primera aparición en escena, marca el tono de cuanto va a suceder durante las restantes dos horas. La ausencia de matices, especialmente vocales, de un personaje mucho más rico y complejo de lo que percibimos, infinitamente más trágico, nos alejan de la tragedia vivida y reflexionada por la hija de Edipo, sublimada por el poder liberador del intelecto. No llegamos a vivir con ella su sufrimiento ni a dejarnos llevar por sus palabras. Como sí lo hacemos, sin embargo, cuando son otros los actores que intervienen en la acción. En esos momentos, la pieza cobra el ritmo y el vigor que echamos en falta en las partes monologadas, que son la mayoría, y el público retoma el contacto con la acción con renovado interés. 

Como lo hace en todo momento con el impecable trabajo de danza que adorna, aclara y completa las palabras emanadas del texto. Aquí el cuerpo baila con la voz, ofreciéndonos un espectáculo verdaderamente artístico, de gran valor, capaz de emocionar y de eclipsar incluso a la palabra. Magnífica la permanente presencia del violín (tocado con virtuosismo por Aolani Shirin) a lo largo de todo el desarrollo de la pieza, que juega asimismo con la muy acertada ambientación musical que preside la acción. Un excepcional trabajo artístico, en conjunto, acompañado de una escenografía y un vestuario a la altura, de gran belleza y atractivo, que juega mayoritariamente con los blancos y negros, salpicados de rojo.

Una muy interesante propuesta escénica, en definitiva, este montaje de La tumba de Antígona de María Zambrano, que la compañía cacereña Karlik Danza Teatro produjo junto con el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida en 2022, y muestra las enormes posibilidades que la danza tiene, como las tuvo y tiene la música, en su interrelación con el teatro. Un espectáculo difícil, no apto para todos los públicos, de indudable calidad artística, que permanecerá en el Teatro Bellas Artes hasta el próximo 18 de junio.

José Luis González Subías


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