Corral Cervantes, nuevas propuestas escénicas y el descubrimiento de LaPercha Teatro, una joven gran compañía

 

Atareada anda estos días La última bambalina, en un inicio de temporada repleto de propuestas teatrales entre las que elegir. Esta semana hemos visitado nada menos que en dos ocasiones Corral Cervantes, un espacio estable en Madrid dedicado a la programación de textos ligados al Siglo de Oro. A veces, como en el caso de la primera de las piezas que vamos a comentar, demasiado tangencialmente.

El pasado miércoles asistimos al estreno en este espacio de la obra intitulada Desventura y muertes de Baulín, el Encandilado, una creación dramatúrgica de Mikel Marcos y Celia Morán, dirigida por el primero, en la que se entremezclan elementos del bululú clásico con el monólogo cómico, tan de moda en nuestro tiempo. Mucho de narración picaresca tiene el relato de las desventuras de este Baulín, vendedor ambulante y buscavidas, chamarilero, superviviente en un mundo tan ancho, ajeno y hostil en el siglo XVII como en el año 1994, en que se sitúa la historia. Interpretada por Benito Jiménez, quien realiza un extraordinario trabajo como actor y showman animador que interactúa con el público cual feriante embaucador y dicharachero, la obra adolece -a pesar del comediante- de una cierta languidez en algunos momentos, y echamos de menos una intencionalidad, una finalidad que dirija la acción a algo más que el mero marco ambiental de un monólogo ingenioso y en ocasiones divertido.

Mucho más interés, como obra y espectáculo teatral, nos mereció Marrano, un cuento de la Inquisición, sorprendente y excepcional primera producción escénica creada y dirigida por la joven compañía LaPercha Teatro, afincada en Madrid. Todo un descubrimiento y deleite para los sentidos el permanente ingenio y talento derrochado sobre el escenario por los cinco miembros de la compañía -Álex Castiñeiras, Idan Yechieli, María Peluzzo, Pablo Calvo, Carmen Peña-, cuya juventud no deja de sorprender ante el riguroso alarde de técnica actoral y conocimiento de la escena que vierten en este fabuloso montaje creado y dirigido de forma colectiva. Sin necesidad de grandes medios tecnológicos en los que apoyarse, estos cinco jóvenes son capaces de recrear cualquier tipo de sonido ambiental mediante objetos y medios tradicionales, y sus movimientos, medidos, seguros, naturales y estilizados a un tiempo, dejan al público boquiabierto ante tal despliegue de profesionalidad. 

La obra, inspirada en un auto sacramental de Mira de Amescua titulado La Inquisición, parte de dos sucesos históricos reales: la persecución y expulsión de los judíos en España, a finales del sigo XV, y el asesinato del sumo inquisidor de la Corona de Aragón Pedro de Arbués. La historia recreada en este montaje trata de desvelar los hechos que condujeron a Diego de Sevilla, judío converso que acaba en la ficción con su vida, a cometer este crimen, haciendo un recorrido -bella y expresivamente trazado con la acción y la palabra- por los momentos más importantes de su biografía, desde su infancia en Sevilla, donde aprendió el oficio de zapatero con su padre, la contemplación de la muerte de sus progenitores quemados en la hoguera, en un auto de fe, su posterior huida a Zaragoza, donde rehace su vida y formará su propia familia, hasta la llegada de la Inquisición también a esta ciudad y el temor de revivir los sucesos que padecieron él y los suyos.

La verdad poética, teatral, que aportan estos artistas a una historia tan densa y dramática, el dinamismo de la acción, el control corporal de los intérpretes, constituyen un auténtico espectáculo y una lección de hacer teatro. Un verdadero descubrimiento, como señalábamos, que esperamos volver a encontrar pronto sobre el escenario y cuyo fugaz paso por Corral Cervantes (del 15 al 17 de septiembre) estamos convencidos de que habrá dejado huella en quien haya tenido la fortuna de contemplarlo. Todavía hay tiempo de hacerlo esta misma tarde, si alguien lee estas líneas. Y si no es ahora, no dejen pasar la oportunidad en cuanto vuelva a haber ocasión. Les aseguro que merece la pena.

José Luis González Subías


Fotografías de Marrano, un cuento de la Inquisición
Clara Román /Pablo Lorente

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