Cuando el odio y el amor surge en "Finlandia"


Dura, difícil, tensa, irascible y dramática situación se vive en el reducido espacio de la habitación de hotel donde se desarrolla el conflicto presentado en escena por Pascal Rambert en Finlandia, la impactante -e incluso incómoda- obra que, desde el 7 de septiembre se está representando -en su segunda temporada- en la sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía.

La excelente traducción y adaptación escrita por Coto Adánez mantiene la fuerza y la dureza, pero también la belleza -a pesar de algunos excesos que en ocasiones rozan un exhibicionismo soez innecesario- de un texto de gran valor literario que ahonda, sin tapujos y con una virulencia casi extrema, llena de realismo, en uno de los conflictos más actuales y eternos de la convivencia humana: la tensa relación entre hombres y mujeres, y el radical enfrentamiento que aflora en la pareja cuando se hiela el vínculo que le dio forma. Un enfrentamiento que alcanza a las víctimas indirectas del desapego amoroso: los hijos.

Llegado a Helsinki con la intención de llevarse a su hija con él, habiendo recorrido en coche 4.000 kilómetros, Israel vuelca sobre Irene todo el dolor que lleva dentro y lo devora. A las cuatro de la mañana, incapaz de dormir ni de dejar que la mujer que yace a su lado lo haga, un padre rabioso y un hombre desesperado, atemorizado por una situación que no puede controlar, vuelca su lado más instintivo y animal sobre la mujer a la que, en lo más hondo de sí, sigue amando y se niega a perder. La inevitable explosión de Irene pondrá las cosas en su lugar. Transformada en una hidra vengativa y destructora, su paciente serenidad se tornará fuego y, convertida en adalid guerrero de la causa feminista, se enfrentará de igual a igual con su oponente masculino.

Un profundo e inteligente debate dialógico se desarrollará a continuación, en el que Irene e Israel se desnudan para enfrentarse cuerpo a cuerpo y lanzar contra el otro sus quejas, sus denuncias, sus temores, sus recelos... y también el nauseabundo color que dejan las cenizas de lo que un día fue amor. Desde una verdad profundamente individual y sincera, su voz se convierte asimismo en altavoz de un enfrentamiento de alcance mucho más amplio, de dimensión social.

Rambert, no solo como autor sino también como director del montaje, es capaz de mantener el tono y la tensión de una pieza que corre el peligro de caer en la vacuidad escénica del discurso ensayístico, pero que el hombre de teatro salva con habilidad, con la aportación de dos monstruos de la escena: Irene Escolar e Israel Elejalde; que realizan un trabajo espectacular, soberbio. Solo por ver ese maravilloso tándem interpretativo entre ambos, ese pas de deux violento y entrañable tour de force donde su técnica brilla, en una interpretación de enorme realismo y al tiempo tan estilizada como el texto de donde emanan sus palabras, merece la pena no perderse esta obra sobre la que se han vertido ya muchas y variopintas opiniones.

Singularmente atractiva e ingeniosa nos pareció la escenografía del montaje -ideada por el propio autor y director-, a la altura del estilizado realismo del texto. Y nos gustaría destacar, para concluir, el climático -y esperanzador- final con que concluye esta, que nos reservamos para no desvelar ningún golpe de efecto. 

Finlandia, de Pascal Rambert, permanecerá en el Teatro de La Abadía hasta el 1 de octubre. Una producción de alta calidad, con un texto de gran valor y unos actores de primera línea, que es necesario ver.

José Luis González Subías


Fotografías: Vanessa Rabade

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