"Punto y coma", una comedia divertidamente seria de JuanMa Pina


El encuentro teatral, esa comunicación única e intransferible, de efectos siempre beneficiosos para la sensibilidad y el entendimiento -en definitiva, lo perfectible y más valedero de nuestra condición humana-,  puede producirse en cualquier momento. No hay más que probar suerte y dejarse llevar, y a buen seguro será fácil que el milagro se produzca. Hace tiempo que gusto de la distancia corta y cercana de las salas pequeñas, esas donde alternan, en igualitaria equidad, jóvenes que empiezan y veteranos actores habituados en lidiar en grandes plazas; arriesgadas y vanguardistas propuestas, con espectáculos de medida clásica. Una amalgama, en fin, de esperanzas, esfuerzo, afán de superación y necesidad de supervivencia, que constituyen el colchón y los cimientos sobre los que se alza y sostiene, apoyando a las grandes producciones y los grandes teatros -sin competir con ellos-, la privilegiada oferta teatral de Madrid.

En las entrañas del Teatro Lara, emblemático teatro privado de la capital, que mañana, 4 de septiembre, cumple sus 143 años -bello espacio decimonónico que mantiene su identidad con orgullo-, se encuentra el recogido refugio de la actual sala Lola Membrives, importante soporte para los muy numerosos espectáculos de calidad que han pasado por ella; entre los que se cuenta el montaje motivador de estas líneas, estrenado ayer mismo, en su segunda temporada.

Punto y coma es una deliciosa comedia llena de seriedad, escrita y dirigida por el gijonés JuanMa Pina con el acierto de quien sabe lo que quiere decir y cómo hacerlo. Impecable en su factura literaria, la trama argumental ideada por Pina se desarrolla con absoluta corrección, a partir de una equilibrada estructura dramática y un ritmo escénico envidiable con que el autor y director provoca y mantiene el interés del público a lo largo de toda la pieza. Un interés en el que juegan un papel esencial las dos excelentes actrices que dan vida a los personajes que protagonizan la acción: Carmen Navarro y Amparo Vega-León

La primera interpreta a Sara Susto, una dramaturga en declive que vive retirada lejos de Madrid, en una casa en el campo, entregada a la bebida y a los recuerdos de un pasado incapaz de volver a resucitar; y la segunda hace lo propio con Inés Monteleón, amiga de aquella que le anuncia la posibilidad de que su vida dé un giro, gracias a la atractiva oferta de un productor argentino que desea volver a estrenar la obra que la llevó al estrellato décadas atrás. Pero dicho interés, más allá del valor de esta, se debe al extendido rumor de que la desaparecida autora padece una grave enfermedad. Instigada por su amiga, quien se ofrece a ser su altavoz y enlace con el mundo, Sara aceptará confirmar que se halla en un coma irreversible y mantendrá durante unos meses una ficción que la hará recibir las mieles del éxito -incluso un Max de honor- desde la distancia, sin disfrutarlas realmente, ocupando su lugar una voluntariosa y abnegada amiga cuya motivación quizá no sea tan altruista. La amistad y la necesidad mutua dejan surgir una rivalidad cuyo desenlace, tratándose de una comedia, solo puede ser patéticamente humano.

Muy ingeniosa nos pareció la escenografía diseñada por Asier Sancho, que evoca un glamur vintage apropiado al espacio donde habita la dramaturga Sara Susto, al igual que el vestuario y el sonido ambiental, que aportan un adecuado colorido y ritmo a la pieza.

Una muy buena propuesta, en fin, este Punto y coma de JuanMa Pina, que recomendamos, y estamos seguros hará disfrutar de los placeres del buen teatro a quienes se acerquen a verla en la sala Lola Membrives del Teatro Lara, donde se representará todos los sábados, hasta el 13 de enero del próximo año. ¡No se la pierdan!

José Luis González Subías


Fotografías: Lucía Romero

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