Un corazón dañado se hace palabra en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español


Un espectáculo de gran belleza visual y literaria pudimos contemplar -y escuchar- ayer en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español, interpretado escénicamente por una gran dama de la palabra dramática como es la actriz argentina Marilú Marini. Difícil nos resultará imaginar en el futuro una personificación teatral del personaje con sesgos autobiográficos recreado literariamente por María Negroni sin recordar a Marini, en esa singular, intimista y emotiva obra que constituye El corazón del daño; un texto de compleja densidad, de alta calidad estética y humana, a caballo entre el ensayo y la novela, incluso la poesía, que la propia autora junto con Oria Puppo y Alejandro Tantanian, director asimismo del montaje que nos ocupa, ha sabido versionar para el teatro creando un emotivo cuadro dramático -cuadro reproducido visualmente por Puppo en un diseño escenográfico de enorme efectividad y belleza, apoyado en la iluminación, que cobra un poderoso protagonismo en el discurso escénico-, en forma de monólogo, que constituye una delicatessen artística para exquisitos paladares.

Estrenada el pasado 21 de septiembre, en la pequeña sala donde otrora estuviera situado el Café del Príncipe, esta coproducción del Teatro Español y Teatro Kamikaze lleva al escenario la narración autobiográfica con la que la escritora argentina María Negroni obtuvo en 2021 uno de sus más reconocidos éxitos literarios.

El corazón del daño es una confesión, un recuerdo, escrito desde el dolor; nacido desde el desgarro íntimo de quien se desnuda conscientemente ante el otro con la intención de juzgar y perdonar, y perdonarse y juzgarse también a sí mismo. El narrador a quien presta su voz la autora retrocede a su lejana infancia para adentrarse en la atmósfera asfixiante de una infancia marcada por la tormentosa y opresiva relación con su madre. El asma padecido por esta se convierte en metáfora del ahogo vivido por quien narra sus vivencias en un tiempo en que su deseo de libertad y de vida, pero también de afecto materno, se solapa con los duros acontecimientos políticos vividos en Argentina por entonces, rememorados asimismo en las palabras del personaje.

Marilú Marini
nos conduce, con la maestría de quien se sabe dueña de la escena, en este acercamiento íntimo a un pasado muy presente para ese personaje nacido de la nada, como las nebulosas del recuerdo y de la ficción. Todo pasa y nada sucede en esos sesenta minutos detenidos en el tiempo para hacerlo eterno. Un remanso de eternidad que puede ser peligroso sobre un escenario.

Y ese es el único -y gran- reparo, a nuestros ojos, a este bello e intenso cuadro dramático que es El corazón del daño. Si recientemente (a propósito de Rabia) manifestábamos nuestro hastío respecto a un género que siempre consideramos muy a propósito para las salas alternativas o pequeños espacios de escaso presupuesto -esto es, la recreación oral de una narración literaria-, pero que parece se ha impuesto también en los grandes teatros, este hastío se acrecienta en un texto como el que nos ocupa, donde la intensidad y el interés de lo contado, con una prosa de una altísima calidad literaria, no puede suplir el necesario ritmo y acción exigidos en la escena. Por favor, personajes, objetivos actanciales, conflicto, acción... Añádase después a estos elementos fundamentales del lenguaje teatral cualesquiera otros signos escénicos que amplíen la potencia del espectáculo, pero no se quite a este sus ingredientes básicos porque entonces estaremos asistiendo a un espectáculo distinto, a otra cosa. Seguramente muy válido y de gran calidad artística -en el mejor de los casos-, pero, ¿teatro? Sí, ya sé (abandono el plural de modestia) que la mixtura de géneros, la experimentación, es una práctica secular totalmente necesaria y muy beneficiosa para la creación artística, y la aplaudo siempre que obtenga resultados óptimos. Sin embargo, no siempre funcionan estas mixturas; y, en mi opinión, si todo vale en teatro, no todo funciona sobre un escenario.

¿Funciona el experimento de adaptar novelas al teatro? Si se trata de novelas con ingredientes dramáticos (entre ellos, conflicto, personajes y acción), probablemente sí (lleva siglos haciéndose, con excelentes resultados); pero si lo que pretendemos es adaptar novelas líricas o ensayísticas a un escenario, quizá nos encontremos con escollos insalvables. Consideramos que El corazón del daño, a pesar de sus enormes valores artísticos, es un producto que, a nuestros ojos, podría servir como ejemplo. El resultado final es el de una obra compleja, construida para un público que comparte el código manejado por la autora y los creadores del montaje, en absoluto al alcance de lo que podría llamarse el "gran público"; en definitiva, una obra elitista, hecha para minorías (aunque estoy seguro de que no existe tal intención).

El mejor modo de comprobarlo es acercarse a la sala Margarita Xirgu del Teatro Español, donde El corazón del daño seguirá representándose hasta el 28 de octubre.

José Luis González Subías


Fotografías: Vanessa Rábade

Comentarios

  1. Javier Moreno Antonino2 de octubre de 2023, 13:22

    Gracias José Luís por tus bambalinas que suponen:
    El placer literario del discurso bien construido.
    La crítica desapasionada y justa que ayuda al espectador a dirigir sus pasos a una u otra sala, según su sensibilidad, pero conociendo de antemano tu opinión de experto amante del teatro siempre respetuoso con la dificultad que supone una puesta en escena.
    Una soterrada y constante labor pedagógica sobre los valores escénicos, que concretas en la frase de que "si todo vale en teatro, no todo funciona sobre un escenario".

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    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, Javier. Me siento muy honrado con tu comentario. Es un gusto saber que mis observaciones y reflexiones sobre el arte teatral llegan y sirven a quienes las leen. Gracias a ti, de verdad.

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