"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos
Hoy se ha estrenado, en el Teatro Bellas Artes de Madrid, La ilusión conyugal, una divertida comedia del dramaturgo francés Eric Assous -fallecido en 2020- versionada por el actor valenciano Antonio Hortelano, quien asume asimismo, con absoluto acierto y efectividad, la dirección de un montaje protagonizado en el escenario por Alejo Sauras, Ángela Cremonte y Álex Barahona; excelente trío de actores que defienden con rotundidad y brillantez la tarea encomendada.
Todo cuanto sucede en escena, en esta comedia con sabor tradicional y estilo clásico -respeta, entre otras características, las unidades de acción, espacio y tiempo-, da cuenta del conocimiento de su autor de la gran tradición de la comedia europea, con evidentes reminiscencias del teatro clásico español -visible en los tres monólogos que jalonan la acción, ligados a cada uno de los personajes, y el enredo amoroso sobre el que se sustenta- y de la comedia llamada burguesa en general -identificada frecuentemente con el teatro comercial-, que tan buenos resultados ofreció a la escena española del pasado siglo. Mucho del recordado Alonso Millán, incluso de Alfonso Paso, o del más contemporáneo Eduardo Galán -sin dejar de percibir la influencia lejana de Albee, expurgada de dramatismo-, nos pareció ver en la historia versionada por Hortelano, centrada en un conflicto conyugal nacido del engaño y la infidelidad amorosa. Lo que se inicia con una distendida revelación de secretos prohibidos entre un matrimonio aparentemente muy bien avenido y moderno no tardará en convertirse en un tenso combate verbal, lleno de dobles intenciones, donde la verdad se torna cada vez más escurridiza.
La virulenta necesidad de conocer la identidad del que ha sido amante de su esposa (Ángela Cremonte), conduce a Maxi (Alejo Sauras) a invitar a su viejo amigo Enrique (Álex Barahona), del que sospecha, a una cena -sin cena- en su casa con el fin de conocer la verdad. La excitada y difícilmente contenida actitud de un marido desquiciado, cada vez menos dueño de la situación, contrasta cómicamente con la inteligente serenidad de María y el carácter de Quique, cuya inicial pusilanimidad va dando paso -en un excelente acierto interpretativo- a una personalidad mucho más fuerte y segura.
La solidez del texto y el interés del conflicto -nos hallamos ante un teatro de palabra- se ven afianzados, como ya hemos adelantado, por un trabajo actoral impecable, perfectamente dirigido, al que se añade una puesta en escena realista -llaman la atención la elegante escenografía y el vestuario diseñados por Pablo Menor-, acorde con la pieza, de muy buen gusto, utilizada con habilidad por el director en el permanente juego de acciones y movimientos que dan ritmo a la acción y dinamizan la escena.
El resultado conjunto es el de una pieza redonda, construida con conocimiento del género, en la que todo funciona como corresponde. Teatro para el divertimento y el relajado disfrute, pero con mucha intención y varias capas bajo la superficie, La ilusión conyugal, que acaba de iniciar su andadura, es una comedia que no defraudará a quienes se acerquen a verla estos días al Teatro Bellas Artes. Un excelente plan para un diciembre cargado de fiestas y deseos de reír. No se la pierdan.
José Luis González Subías
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