Una balada post-futurista de moluscos y astronautas


La balada post-futurista de los moluscos... Con tan sugerente título resulta difícil no prestar atención a un texto, una pieza dramática, cuyo montaje anunciaba -no teníamos la menor duda de ello- un sesgo posmoderno, de intención vanguardista, dispuesto a sorprender al público con su novedoso y original planteamiento dramático o escénico. No hubo sorpresa en quien les habla; la presentación de los actores en escena, el arranque de la acción y el tono narrativo que acompaña a esta intercalándose en los diálogos, la ruptura espacio-temporal aportada por los recuerdos, las proyecciones sobre el fondo del escenario... Nada de lo que vi ayer sobre el escenario me causó sorpresa, lo confieso; y tampoco me atrapó, me arrastró, me divirtió, me inquietó, me intrigó o emocionó, ni siquiera intelectualmente. Estoy seguro de que la culpa es mía; por eso detallaré, sin ahondar en el contenido, lo que se ofrece en el montaje que hoy presento.     

El dramaturgo costarricense Bryan Vindas Villarreal (San José, 1989) nos ofrece en esta obra una propuesta de altas pretensiones y vuelos -con astronauta incluido- que no consigue despegar de lo que en ocasiones se semeja a una pieza costumbrista de atisbos cómicos -posiblemente lo mejor del texto-, mezclada con el drama de contenido social y compromiso ético, y otras veces apunta a un teatro de movimiento y danza que ofreció agradables momentos de valor estético, pero cuya inclusión como elemento del engranaje dramático no supimos entender.

Paz Benedek es la encargada de dirigir este montaje que acaba de estrenarse en la sala Nave 73, con el que se presenta en España una obra precedida del reconocimiento de haber ganado en su país el Concurso Nacional de Dramaturgia 2019, año en que la obra fue publicada y estrenada en Costa Rica, y aborda -según he podido leer en quienes han sabido ver mejor que yo- el delicado tema del suicidio en adolescentes y los problemas asociados a la desestructuración familiar; todo ello, desde una estética que conjuga el realismo y la irrealidad en una mixtura que nos resultó confusa. 

Original, efectiva y acertada nos pareció la escenografía diseñada por Juan Sebastián Domínguez, al igual que la iluminación de José Carlos González, a los que debemos sumar, como parte de un equipo artístico que nos resultó muy solvente y eficaz, a Juan Medinilla, encargado del sonido y las proyecciones, y John Cámara como coreógrafo.

Elemento imprescindible del montaje son los cuatro intérpretes que protagonizan la historia. Marta Cagigal y Maty Gómez mostraron aplomo y desparpajo en sus personajes, y supieron otorgar a estos los matices requeridos; al igual que Lorena Hidalgo y Pruden Rayo, que estuvieron a la altura de sus respectivos papeles.

Luces y sombras hemos señalado de una propuesta escénica que, en conjunto, nos dejó insatisfechos. Confiamos en que nuestra apreciación sirva de acicate a quienes deseen comprobar por sí mismos que La última bambalina también se equivoca. Podrán hacerlo yendo a ver La balada post-futurista de los moluscos, que volverá a representarse los miércoles de diciembre y enero, en Nave 73. ¡Pasen y vean!

José Luis González Subías


Comentarios

  1. Gracias por su análisis, lo esperábamos, sabedores de su perspicaz mirada y ante la imposibilidad de nosotros poder verla…en lo personal, algo con el título de la misma no me hacía sentir cómodo. Gracias!

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