"Tío Vania", un Chéjov dickensiano con aires de melodramático vodevil, en el Teatro Fernán Gómez


Ayer se estrenó en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez una nueva versión de Tío Vania, a través de los ojos de la compañía Guindalera, o lo que es lo mismo, Juan Pastor, director de un sorprendente montaje del texto de Chéjov que lo ha despojado de su densidad dramática -en un experimento cuya necesidad y efectividad no llegamos a entender- para convertirlo en una insustancial comedieta decimonónica cuyas formas chocan en todo momento con la intencionalidad del texto chejoviano.

Mediante un mecanismo de ensoñación narrativa que rompe con la cuarta pared para que los personajes -en un limbo irreal e intemporal- puedan dirigirse al público de la sala e ir explicándole cuanto sucede o va a suceder en escena, asistimos, desde el instante mismo en que se inicia la acción, a una especie de cuento dramatizado muy alejado de los parámetros escénicos que hicieron de Tío Vania una de las obras cumbre del naturalismo ruso, tras su estreno en el Teatro de Arte de Moscú bajo la dirección de Konstantín Stanislavski. Esta imaginaria ensoñación es reforzada por el espacio mismo donde se desarrolla la acción -creado por el propio Juan Pastor, con escenografía de María de Alba-, que, respetando la escena campestre y el mobiliario realista habitual en los montajes de la obra -tan realista como el adecuado vestuario diseñado por Teresa Valentín-Gamazo-, se enmarca bajo el sugerente fondo de un nocturno cielo estrellado -incandescentes fuegos fatuos- que preside la dramática historia que se ofrece a los ojos, tamizada por un lejano tul a través del cual se insinúan fantasmagóricos personajes que observan cuanto sucede en escena.  

Este mismo planteamiento es llevado al trabajo actoral, que adolece de la irrealidad que caracteriza al montaje. No busquemos a Tío Vania (Luis Flor) y a su anciana madre María (Aurora Herrero), o a Sonia (Gemma Pina), hija del primer matrimonio del profesor Serebriakov (José Maya), llegado a la hacienda familiar junto a su joven segunda esposa Elena Sonia (María Pastor),  o al doctor Astrov (Alejandro Tous), en esos seis personajes que Juan Pastor concibe en su montaje como sombras animadas, marionetas que hacen el papel de seres hace tiempo inexistentes, alcanzando un histrionismo en ocasiones excesivamente acusado, casi bufo, que rompe el dramatismo de cuanto está sucediendo en escena. No nos cabe duda de que esa ha sido la intención del director, quien en el programa de mano afirma haber convertido Tío Vania en "una comedia sobre el sentido trágico de la vida". En nuestra opinión, esa es la causa de que no haya sido este -a nuestros ojos- uno de los montajes más logrados de la compañía Guindalera. Chéjov, pasado por el filtro de Dickens, no funciona; y menos aún convertido en un melodramático vodevil que no es ni una cosa ni la contraria.

El magnífico reparto que da vida a este Tío Vania (Luis Flor, Alejandro Tous, María Pastor, Gemma Pina, Aurora Herrero y José Maya) nos ofreció momentos de gran calidad interpretativa y escenas de alta intensidad que, sin embargo, no fueron suficientes para conducirnos a su mundo y se nos antojaron tan fugaces e inconsistentes como las dispersas luminarias que iluminaban el cielo.

Poco más podemos añadir de este nuevo montaje de Tío Vania, que tiene la originalidad de romper con lo esperado de una obra tan conocida y representada. El efecto de dicha ruptura podrá comprobarlo el lector de estas líneas por sí mismo en el Teatro Fernán Gómez, donde este Chéjov dickensiano se mantendrá en escena hasta el 28 de enero.

José Luis González Subías


Fotografías: Susana Martín 

Comentarios

  1. Cuando veo este tipo de montaje, que destruye intencionadamente textos, argumentos y situaciones perfectas teatralmente, llego a la conclusión de que, en realidad, a los directores que los realizan no les gusta ni entienden lo que es verdaderamente el teatro.

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    1. Estimado anónimo: en el caso de Juan Pastor y la compañía que dirige esto no es aplicable (y probablemente a nadie que se dedique al teatro, con mejor o peor fortuna); se trata de profesionales con una larguísima y muy digna trayectoria que han dejado tras sí grandes trabajos y han hecho, y siguen haciendo, mucho por el arte escénico. Aceptemos, simplemente, que alguien (incluso los más grandes) puede probar, experimentar, arriesgar y equivocarse; no pasa nada, es parte del juego teatral. A seguir jugando y creando. Un saludo.

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