El Teatro de la Comedia recibe "El castillo de Lindabridis", de Calderón, en versión de Ana Zamora


La compañía segoviana Nao d'amores, que, en su consolidada trayectoria de más de veinte años, ha sido capaz de devolver el teatro renacentista a la escena viva, se adentra en el Barroco con su nuevo trabajo, El castillo de Lindabridis, de Calderón de la Barca, una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que desde el pasado 25 de enero se representa en el Teatro de la Comedia.

No es esta una de las piezas más representadas del gran pope -con permiso de Lope- de nuestra escena clásica -tan solo conocemos un montaje previo, de 1989, dirigido por Juan Pastor-, y el solo hecho de arrostrar su puesta en escena es suficiente motivo de regocijo para cualquier amante del teatro antiguo español. El castillo de Lindabridis es un texto complicado, como la mayoría de los creados por Calderón, que requiere unas altas dotes de comprensión filológica y de imaginación y recursos artísticos para extraer todo su potencial sobre las tablas. Y no hay duda de que Ana Zamora, Premio Nacional de Teatro 2023, reúne como pocos estas cualidades. La autora y directora de esta versión aporta al texto calderoniano un aire de sobriedad y artesanía que nos recuerda el estilo característico de sus anteriores creaciones. Lejos de cualquier exuberancia y exceso barrocos, a los que se prestaba esta comedia palaciega de trasfondo caballeresco, Zamora, realizando un estudio minucioso, historicista, arqueológico y artesanal de los múltiples detalles que pueden abordarse en la obra (tradición, fuentes, relaciones intertextuales, investigación musicológica, danzas...), construye un delicado artefacto escénico, un juguete cortesano de asunto caballeresco, que tan pronto trae a nuestra memoria la vicentina Tragicomedia de don Duardos como la valleinclanesca Cabeza del dragón.

Todo está medido en este impecable trabajo de la compañía Nao d'amores, con una precisión milimétrica que, tras la apariencia de juego, encierra un perfecto mecanismo escénico que busca -y consigue- la magnificencia técnica: excelente la polivalente y funcional propuesta escenográfica ideada por Cecilia Molano y David Faraco, el sugerente vestuario de Deborah Macías, capaz de fundir el color y los ocres en un juego distinguidor de planos y personajes, o los arreglos musicales de Miguel Ángel López y María Alejandra Saturno, que nos trasladan a la imaginería sonora de un barroco con aires renacentistas.

La historia de este castillo encantado -puede trasladarse de un lugar a otro surcando los cielos- y de su princesa, Lindabridis, que ofrece su mano al caballero que venza a su hermano Meridián, para poder reinar junto a su paladín salvador en Tartaria, es propia de un cuento infantil, que aúna folclore y fantasía. Un asunto recurrente en la literatura, como lo son el tema de la mujer disfrazada de hombre con la intención de encontrar y recuperar a su amado, la rivalidad de distintos caballeros por conseguir a la dama, el intercambio de identidades... o la presencia de un fauno enamorado. Todo ello, envuelto en el ropaje y la concepción estética aportados a la pieza por Ana Zamora, da como resultado un agradable y plácido espectáculo visual y sonoro, cuya acción fluye armoniosamente, al través de un persistente ritmo armonioso cuya parsimonia corre el peligro de rozar cierta monótona languidez en algún momento. Esta es, en nuestra opinión, la única salvedad de un montaje que se nos antoja perfecto en su confección.

Como impecable nos resulta el trabajo actoral y musical de Miguel Ángel Amor, Mikel Arostegui, Alfonso Barreno, Alba FresnoInés González, Paula Iwasaki, Alejandro Pau e Isabel Zamora. Un reparto sólido y tan perfectamente engarzado como el conjunto del montaje.

El castillo de Lindabridis lleva, en fin, el sello de calidad que distingue los trabajos de la compañía Nao d'amores. Un producto a la altura del Teatro de la Comedia y las producciones de la CNTC, que permanecerá en escena hasta el próximo 10 de marzo. No se lo pierdan. Muy recomendable.

José Luis González Subías


Fotografías: Sergio Parra

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