Una "Roca Negra" de turbio presente y pasado


El 11 de enero se iniciaba el año, en el Teatro Pavón, con el estreno absoluto de Roca Negra, un nuevo texto escrito y dirigido por Ignasi Vidal, que cuenta, además del mérito intrínseco que ofrece la pujante trayectoria del autor y director barcelonés, con el poderoso reclamo de ver al afamado actor Juanjo Puigcorbé sobre un escenario.

Destaca sobremanera la bella, práctica y monumental escenografía -excelente la imagen de esas enormes estanterías colgadas desde el techo del escenario- diseñada para el montaje por Ricardo Sánchez Cuerda, quien es capaz de transformar el domicilio del escritor interpretado por Puigcorbé en un desordenado mausoleo faraónico lleno de libros y pertenencias alusivas a su profesión. En ese íntimo espacio donde Nando se consume entre alcohol y tabaco, tiene lugar el encuentro de este con su hija Olivia (María Adamuz), también escritora como él, quien ha venido para comunicarle su decisión de regresar a Barcelona, la ciudad donde nació y se crio, no sin antes descargar su inquina y frustración sobre un padre a quien acusa del dolor, la rabia y el resentimiento que la atormenta.

Ignasi Vidal
ha construido una obra que apuntaba maneras y nos hacía pensar, en los inicios del diálogo, que asistiríamos a un encuentro y enfrentamiento, tanto humano como dialéctico, marcadamente realista, a la altura de los grandes autores de teatro de texto de nuestros días; esos intensos debates a dos, muchas veces con sabor a thriller, a los que tan acostumbrados nos tienen, desde hace años, los Mamet, Galceran, Rambert, Rubio, Rapp, Shanley y tantos otros grandes malabaristas de la palabra y la acción. Y no hay duda de que Vidal tiene talento y oficio probados para construir una trama y un conflicto dialógicos de este tenor, capaces de crear y sostener el interés del público desde el inicio al fin de la acción, con los adecuados crescendos y remansos emotivos y rítmicos que pide la escena. Tampoco dudo de que llega a conseguirlo en muchos momentos. Sin embargo (el lector hace ya tiempo que esperaba este reparo), considero que el autor se ha excedido en su afán de mantener a toda costa dicho interés, incluyendo, en un texto que en ocasiones parece construido con retales añadidos al albur de un improvisado bombardeo de ideas, un sinfín de temas de actualidad, a ser posible candentes, cuya conexión termina resultando -por su caprichosa y excesiva acumulación- artificial y poco creíble.

Escritor de éxito que ha descuidado sus tareas como padre por estar volcado en su pasión de escribir; una hija que se siente abandonada y trata de seguir sin éxito los pasos de su progenitor, acosada sexualmente -y violada- por un poderoso editor sin que su renombrado padre haya salido en su defensa; traumas infantiles ligados a la muerte accidental de una hermana pequeña que destrozó la armonía familiar; el mortífero preludio del fin que es el Alzheimer; venganza y asesinato; reconciliación y perdón... y ahorro lo siguiente, por no espoilear lo ya suficientemente espoleado. ¿Cabría mayor collage de situaciones dolorosas, de las que podrían haberse escrito varios dramas, en el reducido espacio de una obra teatral?

Por lo demás, destaca y es digno de elogio el gran trabajo actoral realizado por Juanjo Puigcorbé, cuya impresionante voz -algo precipitada en algunos momentos, lo que dificultaba la dicción- y sólida presencia escénica piden que se deje ver más en este medio, y María Adamuz, perfecta en su cometido. Al igual que Ignasi Vidal como director de un montaje en el que ya hemos destacado la sobresaliente escenografía diseñada por Ricardo Sánchez Cuerda, vestido con propiedad por Pier Paolo Álvaro e iluminado por Ciru Cerdeiriña

A pesar de los reparos mencionados, Roca Negra es un montaje de calidad, bien construido, y tanto la trama como el buen trabajo actoral mantienen el interés del público y la tensión por cuanto sucede en escena. Se trata, en conjunto, de una obra que merece la pena ver. Para quienes aún no lo hayan hecho, la pieza se mantendrá en cartel, en el Teatro Pavón, hasta el 3 de marzo.

José Luis González Subías


Fotografías: Teatro Pavón

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