José Sacristán se adentra en el intrincado universo filosófico, literario y escénico de Juan Mayorga con "La colección", un texto solo apto para inmensas minorías


Inquietantemente metafísico, patafísico o existencial es el nuevo texto de un Juan Mayorga, cuyo complejo mundo literario y filosófico vuelve a latir en La colección, pieza que el pasado 14 de marzo se estrenó en la sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía.

El propio Mayorga asume la dirección de este singular engranaje dramático construido no solo con palabras sino sobre la palabra misma. El lenguaje del autor madrileño vuelve a erigirse en protagonista casi absoluto de una trama tortuosa, críptica, plagada de recovecos e insinuaciones que apuntan en direcciones difusas y laberínticas, de clara raigambre borgiana. De nuevo Borges y su intrincado universo lleno de conexiones filosóficas, místicas y esotéricas, de inequívoco alcance intelectual, pero construido casi como un juego de ingenio de raigambre vanguardista, asoma en esta historia que oscila entre la verdad y la mentira, el sueño y la realidad, o la vida y la muerte. ¿Quiénes son en realidad Héctor y Berna? ¿Qué pretenden? ¿Tan solo son dos ancianos que desean encontrar digno heredero para su misteriosa colección? ¿Qué se oculta en ella? ¿Son acaso ellos mismos parte de esta, además de sus guardianes? ¿Cuál es el papel de Susana, la heredera o víctima elegida para su sacrificio, en esta historia? ¿Y Carlos?

Son muchos los interrogantes que acuden a nuestra mente al escribir estas líneas. Y es que el teatro de Mayorga no ha nacido para dar respuestas, sino formular inquietudes y desvelos, e invocar al misterio de una existencia que duda de su propia realidad y cuyo único asidero y tabla de salvación reside en la palabra. Lo cierto es que la obra que nos ocupa es un producto escénico de indudable calidad y altas miras, tanto intelectuales como estéticas y dramáticas. A pesar de la lentitud que ofrece la falta de dinamismo y el desarrollo de una acción apenas existente, sostenida por el permanente discurso de los personajes, el interés por cuanto sucede en escena se mantiene, conduciéndonos el autor a través de un enredo verbal que adquiere por momentos aire de thriller.

Un interés al que no es ajeno la creación de una atmósfera no menos inquietante de lo que las palabras expresan, en un gran trabajo de dirección apoyado en la escenografía de Alessio Meloni, la iluminación de Juan Gómez-Cornejo y la ambientación musical y sonora de Jaume Manresa, quienes, desde sus diferentes ámbitos artísticos, contribuyen al diseño de ese espacio mistérico donde suceden los hechos -lo que se supone una gran casa donde moran tanto Héctor y Berna como su colección-, realzado por el trascendente y fantasmagórico marco arquitectónico de la sala Juan de la Cruz.

Pero nada de cuanto acabamos de decir habría sido posible sin la presencia en escena de cuatro grandes actores que bordan sus respectivos papeles. José Sacristán (Héctor) vuelve a brillar como el astro de la escena que es: su naturalidad sobre el escenario, su sola presencia y prodigiosa voz lo llenan todo. Como lo hace Ana Marzoa (Berna), que se halla a la altura de su compañero de reparto; y con no menos presencia escénica y acierto actoral Zaira Montes (Susana) e Ignacio Jiménez (Carlos). El magnífico trabajo de estos brillantes intérpretes es otro de los grandes atractivos de un montaje marcado por la calidad en todos sus aspectos.

Baste lo dicho para invitar al respetable a asistir al interesantísimo y denso montaje de La colección; una obra, como tantas otras de Juan Mayorga, que vuelve a imbricar de manera indisoluble, y necesaria, literatura y escena. Hasta el 21 de abril, en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía. Ojo; solo para paladares cultivados, amigos de coleccionar emociones y dudas.

José Luis González Subías


Fotografías: Teatro de La Abadía

Comentarios

  1. Javier Moreno Antonino12 de abril de 2024, 23:14

    Me encanta la advertencia final del comentario para que no se sienta defraudado quien busque sólo entretenimiento y no un reto o reflexión. Ahí aflora tu encomiable y digno oficio de profesor.

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