Edward Albee nos muestra los delicados equilibrios sobre los que se forjan y asientan las relaciones interpersonales


Teatro de palabra y de situación, al más puro estilo del realismo escénico estadounidense del pasado siglo, Un delicado equilibrio, la obra que ha estado representándose durante este mes de abril en la sala grande del Teatro Fernán Gómez, constituye un granado ejemplo de la dramaturgia de quien fue uno de los más destacados herederos de los O'Neill, Williams o Miller. 

El teatro de Edward Albee (1928-2016) ha visitado con frecuencia nuestros escenarios, especialmente sus muy conocidas Historia del zoo y ¿Quién teme a Virginia Wolf?; no tanto otros títulos, entre los que se incluye esta pieza por la que el autor norteamericano recibió el Premio Pulitzer en 1967. Dos años después sería estrenada en el Teatro Español, con dirección de Claudio Guerín; pero tardó más de cuarenta años en volver a ser representada (2011), en un montaje dirigido en esta ocasión por Mario Gas. Es ahora el director argentino Nelson Valente quien se encarga de subir a escena las complejas relaciones que unen y separan a los diferentes miembros de una familia encabezada por Agnes (Alicia Borrachero) y su esposo Tobías (Ben Temple), en cuya casa se aloja también Claire (Manuela Velasco), desinhibida y despreocupada hermana de aquella, que vive bajo los efectos permanentes del alcohol; a los que se suman la hija del matrimonio, Julia (Anna Moliner), quien, separada de su cuarto marido, busca refugio en el nido paterno, y una extraña pareja, Edna (Cristina de Inza) y Harry (Joan Bentallé), viejos amigos de Agnes y Tobías que buscan refugio en su hogar aquejados de un misterioso temor que no llega nunca a explicitarse.

Un cúmulo de miserias -dolores, rencores, frustraciones, adicciones, odios, pasiones, secretos- van desvelándose a lo largo de los permanentes diálogos que se suceden sobre el escenario, encaminados a desentrañar y poner de manifiesto el difícil y delicado equilibrio del que penden, y sobre el que se han construido, las insatisfechas vidas de los seis personajes que confluyen en escena; todos ellos retrato y espejo de la sociedad acomodada reflejada en la obra de Albee.

Arropado con la propiedad requerida por Lua Quiroga Paúl, cuyo vestuario y escenografía -de gran belleza esta última- apoyan el tono realista de la pieza y expresan el ambiente de desahogo burgués inherente a sus protagonistas, el montaje de Valente otorga al privilegiado elenco con que cuenta el merecido protagonismo de un texto -traducido por Ben Temple y Alicia Borrachero- basado en la intención y la palabra.

Alicia Borrachero
, Ben Temple, Manuela Velasco, Cristina de Inza, Joan Bentallé y Anna Moliner realizan un trabajo de lujo, de esos que llegan con el poderoso alcance de la naturalidad y la verdad escénicas, manteniendo en todo momento el tono requerido y una profesionalidad intachable. Excelentes todos, nos gustaría destacar el magnífico desgaire de Manuela Velasco, que nos convenció y sedujo con su personaje, la elegante contención de Alicia Borrachero como Agnes, y la apacible sobriedad de Ben Temple, en el papel de Tobías, hábilmente dosificada hasta estallar oportunamente en una reacción esperable y anhelada.

Toda la obra transcurre con interés, si bien acusamos en el texto una excesiva acumulación de conflictos individuales e interpersonales que pueden restar algo de fluidez y rebajar la atención por los acontecimientos, que, pasado cierto punto, no parecen querer conducir a un fin concreto. La irrupción del matrimonio de amigos se nos antoja algo tardía, y no viene más que a complicar la enrarecida ya situación del trío que hasta entonces centra la historia -habría material suficiente con estos para crear un drama-, al que se suma la llegada de Julia. Si bien la nueva pareja de invitados que se apropian de la habitación de la hija aportan un desconcertante elemento que parece querer alejarnos del realismo imperante hasta entonces en la pieza y desvía la atención hacia un conflicto diferente, este no se explota o desarrolla adecuadamente en la obra; defecto -si es que acaso lo es- solo atribuible a su autor, no a los responsable de un montaje que nos ha parecido impecable en su factura.

Un espectáculo, en definitiva, de alto valor escénico, es el que se nos ha ofrecido en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez a lo largo de este mes. Una magnífica oportunidad de reencontrarnos con la dramaturgia de uno de los más grandes autores estadounidenses del siglo pasado, que continúan siendo un ejemplo para los amantes de la buena literatura dramática, y de disfrutar de un trabajo actoral sobresaliente. Todavía hay tiempo de acercarse a ver Un delicado equilibrio, que permanecerá en cartel hasta el próximo domingo 28 de abril. Merece la pena; no se la pierdan.

José Luis González Subías


Fotografías: Javier Naval

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos