"La madre", de Florian Zeller; una historia de dolor, soledad y frustración interpretada por Aitana Sánchez-Gijón


El pasado 6 de marzo se estrenaron al unísono en Madrid dos obras del celebrado dramaturgo francés Florian Zeller: El padre, de la que ya dimos cuenta en una anterior "bambalina", protagonizada por José María Pou y dirigida por Josep Maria Mestres, que aún puede disfrutarse en el Teatro Bellas Artes; y La madre, esta última presentada en el Teatro Pavón, en un montaje dirigido por Juan Carlos Fisher y protagonizado por Aitana Sánchez-Gijón, que permanecerá en cartel hasta el 12 de mayo.

Ambos textos tienen en común la presencia de un progenitor como núcleo sobre el que se desarrolla la trama, al que se sitúa en una situación límite, ligada a un deterioro o enajenación mental motivado por circunstancias distintas, que afecta dramáticamente a su entorno familiar. Si la historia dramatizada en El padre se adentra en el juego de las diferentes realidades vividas por un padre de avanzada edad aquejado por el alzheimer, en un planteamiento repetitivo que mezcla lo real y lo ficticio en un continuo donde se pierde la línea espacio-temporal, en La madre el dramaturgo utiliza un planteamiento no alejado de este, siendo incluso la confusión de realidades y la pérdida del continuo temporal mucho más brusca y reiterada, adentrándonos el autor en el delirio de una mente enferma, obsesionada con su hijo varón -muchos complejos psicológicos se dan cita en este personaje femenino- y frustrada frente a un marido al que culpa y acusa de su vacío como mujer y como persona.

Aitana Sánchez-Gijón
realiza un espectacular trabajo de interpretación dando vida a esta madre aquejada de lo que se ha llamado el síndrome del nido vacío, tras haber perdido el motor que ha dado sentido a su matrimonio durante años al haber abandonado sus hijos el hogar familiar. En concreto Nicolás -no Sara, su hija-, cuyo posesiva necesidad de este, más allá incluso del amor filial, resulta asfixiante y enfermiza. Y con la misma virulenta pasión con que necesita a su hijo odia a un marido al que siente como un extraño que busca fuera de casa lo que nunca ha tenido en ella.

Una obra con un texto complejo, de alta densidad dramática, que aborda situaciones humanas reconocibles, que suenan a cercanas, pero también sublimadas, llevadas al extremo por el impulso creador del dramaturgo. La realidad del tema abordado se hace literatura y arte en una creación de indudable calidad teatral y estética. No solo por el texto de Zeller, sino por el trabajo del equipo artístico que, bajo la dirección de Juan Carlos Fisher, ha dado forma al montaje: la escenografía minimalista de Alessio Meloni -que recuerda en algunos aspectos al espacio diseñado por Paco Azorín para el montaje de El padre, por ejemplo en el "mobiliario" empleado en escena-, dominada por un blanco impoluto, hospitalario, y una pared -papel rasgado- marcada por una grieta que separa el escenario el dos mitades enfrentadas; la iluminación de Pedro Yagüe, cuya efectividad es aún mayor sobre esa inmaculada blancura mencionada; el vestuario de Elda Noriega y la ambientación musical de Joan Miquel Pérez.

Y sobre este espacio insinuado, plagado de símbolos, los cuatro actores que dan vida a este intrincado universo de dolor, soledad, pasión y frustración, vuelcan su técnica y talento, ofreciéndonos un trabajo sencillamente impecable. Brillante y poderosa Aitana Sánchez-Gijón, sobrio y seguro Juan Carlos Vellido, fuerte y sensible Álex Villazán, al igual que Júlia Roch, quien se eleva a la altura de Sánchez-Gijón sin pestañear. Un excelente reparto que contribuye sin duda al interés de esta producción que permanecerá en el Teatro Pavón hasta el 12 de mayo. Una elección teatral muy recomendable.

José Luis González Subías


Fotografías: Bárbara Sánchez Palomero

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos