"El traje", una obra redonda dirigida y escrita por Juan Cavestany, con una interpretación sublime de Luis Bermejo y Javier Gutiérrez


Juan Cavestany es, por méritos propios, uno de los dramaturgos más importantes y con mayor presencia en la cartelera española en lo que llevamos de siglo. Supone un gran acierto, por parte del Teatro de La Abadía, recuperar un texto del autor estrenado hace ya tiempo (2012), pero que sigue hoy mostrando en escena toda su valía y vigencia; y permitirá, a quienes no tuvieron o no tuvimos la oportunidad de conocerlo entonces, disfrutar de una obra y un trabajo escénico simplemente excepcionales.

No tenemos más que elogios para El traje, una pieza redonda, de las que entrarían en el canon de lo que entendemos -o al menos quien les habla- ha de ser una pièce bien faite en nuestro tiempo: perfecta construcción de la estructura y el ritmo dramáticos; respeto normalmente a las unidades clásicas de acción, tiempo y lugar -sin que sea condición sine qua non-; lenguaje y diálogos fluidos, adaptados a la situación, dentro de un marco realista -si bien puede tornarse, como de hecho se torna, casi en absurdo y surrealista en algunos momentos, pero siempre dentro de la verosimilitud y la coherencia escénicas-; personajes bien construidos, con una vida más allá de la historia observada que justifica su comportamiento; y finalmente un conflicto, o una situación conflictiva, que permite mantener el interés por lo que sucede en escena, y una intriga que sorprenderá con una solución esperada o inesperada -a veces no resolutiva-, pero que sirve de broche o cierre plausible que descarga la tensión y libera al espectador de la agonía -lucha- vivida junto a los personajes de la trama. 

La anterior descripción sería perfectamente válida para la obra que nos ocupa, que encierra la acción, durante un tiempo paralelo al del espectador, en el reducido espacio de un sótano o algo semejante; un habitáculo con aire de celda carcelaria donde un guardia de seguridad de unos grandes almacenes -interpretado por Luis Bermejo- retiene a la fuerza a un cliente -Javier Gutiérrez-, al que acusa de haber agredido a una anciana durante el forcejeo por hacerse con un traje en el conflictivo campo bélico de un primer día de rebajas. La tensa relación mantenida entre ambos, y la obligada complicidad que terminan estableciendo, transcurre en un clima de permanente incertidumbre, intriga y misterio; con un vertiginoso ritmo conseguido no solo por los magníficos diálogos del dramaturgo, sino muy especialmente por el fabuloso trabajo interpretativo de Javier Gutiérrez y Luis Bermejo, que se marcan un duelo actoral de altura, de esos que no se olvidan. Brillantes, soberbios, sublimes... Insuficientes son los adjetivos para calificar una actuación, individual y conjunta, simplemente perfecta. Como lo es la dirección que el propio Cavestany ha sabido dar al montaje de su texto, arropado estéticamente por la escenografía diseñada para este por Mónica Boromello -responsable asimismo del vestuario-, que vuelve a recordarnos por qué es desde hace tiempo una de las mejores escenógrafas de este país, en esa magnífica recreación realista del hormigón grisáceo y las puertas metálicas del mismo color, que caracteriza a los sótanos impersonales y fríos, con aspecto de búnker, de estos lugares. La iluminación de Eduardo Vizuete y la ambientación sonora de Juan Ochoa completan un trabajo artístico en el que prima la calidad.

Poco más podemos añadir de una de las obras que más nos han hecho disfrutar en esta temporada que ya finaliza. Recomendaríamos la obligada asistencia, si no fuera porque todas las entradas están ya agotadas hasta el 7 de julio, último día de su permanencia en cartel en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía desde el ya lejano 30 de mayo. Sin duda el éxito y la aceptación del público -siempre sabio- son la mejor garantía de que Juan Cavestany acertó con la escritura de El traje; y lo hizo aún más dirigiendo un montaje de los que dejan huella, acompañado de dos monstruos del escenario como son Luis Bermejo y Javier Gutiérrez. Un privilegio haberles visto trabajar juntos.

José Luis González Subías


Fotografías: Sergio Parra

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