Don Gil enseña sus calzas en el madrileño Corral Cervantes, en un nuevo montaje de la comedia tirsiana dirigido por Laura Ferrer


Ayer tuvimos oportunidad de ver un nuevo montaje de Don Gil de las calzas verdes, la célebre comedia de Tirso de Molina, que no deja de visitar cada cierto tiempo nuestros escenarios para recordarnos por qué es desde hace tiempo un clásico entre los clásicos. Modelo de una comicidad barroca que encuentra en el enredo y el ingenio la base de un humor desinhibido y descarado que la hace atemporal, su desenfado y frescura la ha permitido llegar intacta hasta nuestros días, sin apenas necesidad de aggiornamento, aunque con la suficiente holgura como para dejar cabida a la creatividad contemporánea y admitir razonables adendas que permiten hoy presentarla con nuevos matices y en atractivos montajes que buscan distinguirse frente a otras propuestas.

Así sucede con esta nueva versión del Don Gil de las calzas verdes, que la Fundación Siglo de Oro estrenó ayer en su habitual espacio Corral Cervantes, en una función benéfica destinada al Instituto Nacional de Enfermedades Raras, y que viene a sumarse a anteriores versiones de este texto que aún recordamos como la de Ensemble Bufo de 2015, o el ya lejano montaje de la CNTC dirigido por Eduardo Vasco en 2006 (anuncia la CNTC un nuevo estreno de la comedia, para la próxima temporada, en un montaje dirigido por Sarah Kane). La propuesta que acaba de estrenarse, bajo la dirección de Laura Ferrer, tiene todo lo que se puede pedir a la adaptación de un texto clásico -y tan conocido- a la escena: respeto al espíritu del original y aclimatación a los códigos de nuestro tiempo, para lo cual su adaptador, Arturo Martínez Vázquez, en connivencia con la directora, no ha dudado en remozar, suprimir, añadir o alterar cuanto ha sido necesario para la modernización de la pieza y el fin escénico perseguido: su comprensión y accesibilidad al gran público, convirtiendo la comedia barroca en un espectáculo absolutamente contemporáneo.

La directora ha utilizado el espacio natural del escenario para, sin necesidad de atrezo alguno, salvo el empleo de unas oportunas "cartas de cordel" tendidas al fondo de escena, de las que los personajes harán uso en los momentos adecuados; únicamente con el colorido y efectivo vestuario diseñado por Pablo Porcel, el ingrediente musical al que da forma Manuela Morales, el marco escenográfico del corral de comedias y el ingenioso mecanismo dramático ideado por Tirso de Molina; vestir una historia en la que la magia transformista del disfraz creará un disparatado y loco juego de confusiones y enredos llenos de humor. Ese don Gil inexistente, nombre que doña Juana adopta a imitación de su otrora prometido don Martín, con la intención de estorbar sus planes de boda con doña Inés, a la que aquella enamora en su aspecto masculino, al tiempo que el anteriormente enamorado de esta, don Juan, sufre su desprecio, no son más que el inicio de una trama en la que intervendrán otros muchos personajes; todos ellos interpretados con soltura, desparpajo y maestría por un estupendo elenco en el que destacan algunos rostros habituales en los montajes de la compañía Fundación Siglo de Oro, como son los de Manuela Morales (doña Juana/don Gil de las calzas verdes/doña Elvira), Martín Puñal (don Marín/don Gil de Albornoz) y Ángel Ramón Jiménez (Quintana/doña Clara); a los que acompañan otros comediantes de gran valía, cuyos nombres quedan recogidos asimismo en esta rememoración de la obra: Nuria Gil (Caramanchel/alguacil), Enrique Meléndez (don Pedro/alguacil), Leticia Ramos (fabulosa su doña Inés) y José Ramón Arredondo (don Juan).

Mención aparte merece el componente musical de esta versión, acorde con una tendencia muy generalizada hoy en las tablas y que no hay duda funciona. Un nuevo valor que añadir al extraordinario trabajo realizado por Manuel Morales tanto como actriz como compositora y directora de las variadas piezas musicales que adornan y arropan el espectáculo.

Es este Don Gil de las calzas verdes una excelente propuesta teatral, llena de atractivo y aciertos, a la altura de la comedia representada y con la frescura, lozanía y desparpajo de una juventud propia de cualquier edad. Difícilmente disgustará esta divertido enredo con aires de bufonada cómica a los más veteranos amantes del teatro clásico, y seguro que alentará a los más jóvenes a seguir asistiendo a un arte vivo capaz de adoptar y adaptar los más variados ropajes sin perder su elemental esencia comunicativa y social. Si de este modo no se acercan los jóvenes al teatro, no es posible que lo hagan de otra forma.

Deseamos un próspero recorrido a este Don Gil tirsiano dirigido por Laura Ferrer, que confiamos puedan ver pronto de nuevo los madrileños en este Corral Cervantes donde ha nacido y alce el vuelo a otros tablados en los que, seguro, será tan bien recibido como lo fue ayer en su estreno.

José Luis González Subías


Fotografías: Fundación Siglo de Oro/Corral Cervantes

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