Eduardo Vasco lleva por primera vez al Teatro Español "Luces de bohemia", de Valle-Inclán
Luces de bohemia ha llegado al Teatro Español. Parece increíble que una de las obras más conocidas y estudiadas de la historia del teatro español nunca se hubiera representado hasta ahora en su gran sede. Pero es así. Valle-Inclán puede descansar tranquilo sabiendo que su voz, por fin, se ha hecho oír en el templo de la escena nacional; con permiso de nuestro María Guerrero, sede del CDN, cuyos montajes de la célebre obra del más clásico vanguardista de nuestros autores dramáticos siguen siendo hoy un referente difícil de superar.
Eduardo Vasco, como director del veterano teatro de la Plaza de Santa Ana, ha asumido el reto de llevar adelante esta empresa, cuya versión y dirección escénica ha asumido, presentando una lectura de la pieza bastante alejada del "tenebrismo" dramático de otras puestas en escena (presente, en cualquier caso, en el tono cromático dominante), incluso del esperpento mismo, para darle un aire más fresco y ligero, cercano a veces a una suerte de folclórico costumbrismo con aire cañí y ribetes flamencos, que por momentos juega con la parodia bufa.
El ingenio y profesionalidad que aflora por todas partes, en un montaje que ha contado con los mejores recursos técnicos y humanos, ofrece como resultado escenas brillantes, de alta intensidad artística y dramática, ayudadas por un texto que es asimismo un genialidad literaria. Aun así, la construcción dramática de la versión, o quizá el concepto mismo de esta, nos deja algo fríos en ocasiones. No llegamos a seguir la historia con todo el interés que merece, y algunos pasajes, de altísima intensidad, se nos quedaron algo deslucidos, faltos de fuerza (a cambio, otros resultan sublimes).
En cualquier caso, es tal la calidad del equipo artístico que ha dado forma a esta nueva versión de Luces de bohemia que resultaría imposible no haber obtenido un resultado de alto valor escénico. Efectivos la escenografía y el atrezo ideados por Carolina González, no es este el aspecto al que se ha otorgado un mayor peso en la ambientación de la pieza, habiéndose dejado esta tarea al vestuario de Lorenzo Caprile, la iluminación de Miguel Ángel Camacho -importante el uso dado a los focos cenitales-, y la ambientación sonora y musical de la obra -original y efectivo ese ritmo de percusión y contrabajo, con aires de swing y de jazz, que acompaña la acción-; especialmente remarcada por Eduardo Vasco, encargado asimismo de esta.
Llama la atención encontrarse en la escena reparto de tal magnitud -en cantidad y calidad- como el de este montaje. Nada menos que veinticinco intérpretes -algo muy difícil de ver hoy fuera del teatro musical, incluso en este- sobre el escenario; cuyos nombres permítasenos excusar en su totalidad, pero entre los que se cuentan figuras tan conocidas como César Camino, David Luque, José Luis Alcobendas -excelente su interpretación del preso anarquista-, Juan Carlos Talavera, Lara Grube, María Isasi o Mariano Llorente, entre tantos otros. Con una mención especial a Antonio Molero (Latino de Hispalis) y Ginés García Millán, cuya interpretación de Max Estrella fue realmente espectacular; así como a Ernesto Arias, en su papel de Rubén Darío.
El Teatro Español ha saldado su deuda con Valle-Inclán y su Luces de bohemia, en un montaje de gran magnitud y calidad que satisfará sin duda a cuantos se acerquen a contemplar la creación del autor del esperpento. Estrenada el pasado 17 de octubre, Luces de bohemia permanecerá en el Teatro Español hasta el 15 de diciembre. Una obra que hay que ver.
Fotografías: Javier Naval
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