El paso fugaz de "Don Juan Tenorio" por las tablas del Teatro Fernán Gómez nos deja el recuerdo de lo que pudo ser y un guion en las manos


No poca decepción han debido de llevarse los espectadores que durante los tres únicos días en que Don Juan Tenorio se ha representado en el Teatro Fernán Gómez, con tres llenos absolutos, se encontraron a los actores, al abrirse el telón, con el guion de la obra en las manos. 

Plantear la lectura dramatizada de un texto como este es lícito y plausible en otro contexto, pero no en un teatro público de dimensiones y presupuesto como el que nos ocupa. ¿Acaso no se merece nuestro Don Juan un montaje a la altura del mito? Se contaba con los medios adecuados; un equipo técnico y artístico de calidad, con nada menos que dieciséis excelentes intérpretes, a los que se sumó -en nuestra opinión, innecesariamente- el apoyo musical de Sara Águeda (arpa) y Elena Aranoa (voz), que intercalaron entre los diferentes actos y escenas una serie de temas musicales inspirados en el texto de Zorrilla, a ritmo de fado portugués, y la presencia en escena de un coro infantil perteneciente a la Escolanía del Escorial. Muy bien, todo muy bonito y lucido. Pero, ¿para qué? Mientras los actores siguieran sosteniendo los papeles en escena, la magia del drama romántico -que, a pesar de la torpe decisión de leerlo, seguía mostrando su belleza y carisma escénico- no podía desplegar toda su potencialidad y fuerza. A pesar de la magnífica interpretación del elenco elegido para estas funciones, con momentos verdaderamente brillantes, no dejaba de percibirse la cadena que atenazaba los movimientos, la naturalidad e intensidad interpretativa de los actores, cuyos personajes, aun así, se encontraban en escena. ¿Por qué no se les permitió volar y brillar con sus papeles, sin la atadura de la hoja impresa? Son decisiones que no podemos adivinar, pero que no compartimos.

El perfecto vestuario de época diseñado por Ana Ramos no pudo suplir la ausencia de una escenografía -elemento en el que reside buena parte de la espectacularidad de la obra- adecuada, habiéndose limitado esta a aprovechar la estructura escenográfica de un montaje anterior -Cigarreras-, sobre la que se proyectan unas tristes imágenes ambientales al fondo del escenario, y al empleo de un elemental mobiliario consistente en unas mesas y banquetas de madera, para resolver las escenas de la hostería y de la cena final en casa de don Juan, así como el imprescindible diván de la célebre declaración amorosa ("no es cierto, ángel de amor"...).

Perfecta la obra de Zorrilla, la adaptación realizada por Ignacio García, director asimismo del montaje, mantiene una adecuada corrección, respetuosa con el original, en la mayor parte del texto. Su dirección, en cualquier caso, ha restado fuerza al elemento sobrenatural -imprescindible en la versión romántica- y al debate teológico que subyace en la obra zorrillesca, al igual que sucede en la obra barroca donde nació el personaje. El trascendente conflicto entre el bien y el mal, en que está en juego la salvación del alma, pierde toda relevancia en una versión en la que se pretende ensalzar la fuerza del amor -también presente en Zorrilla, pero con otro sentido-, a cambio de eliminar la presencia de lo divino en el texto. Así, la alabanza a Dios vertida en los últimos versos de la obra ("y Dios concedió a mi afán / la salvación de don Juan / al pie de la sepultura") es sustituida por una prosaica y pagana exaltación del amor, tornado en un renacentista Cupido: "y el Amor concedió a mi afán / la salvación de don Juan / al pie de la sepultura"... Una solución quizá más acorde a nuestro tiempo, pero descafeinada a nuestros ojos, que al eliminar a Dios de la ecuación ("es el Dios de la clemencia / el Dios de don Juan Tenorio") resta toda trascendencia a una pieza convertida en mero juego de pasiones y afectos.

Bástenos, para finalizar y concluir, destacar de nuevo el excelente reparto elegido para unas funciones que han tenido el privilegio de contar como intérpretes a Manuela Velasco (maravillosa doña Inés), Carles Francino (don Juan), Chema León (don  Luis Mejía), Mario Gas (comendador don Gonzalo de Ulloa), Joaquín Notario (don Diego Tenorio), Juanma Cifuentes (Buttarelli), Pepe Villuela (Ciutti), Diana Palazón (doña Ana de Pantoja), Vicky Peña (Brígida), Chema Ruiz (don Rafael de Avellaneda), Juan Manuel Navas (capitán Centellas), Chema de Miguel (escultor), Javier Gallardo (Gastón, alguacil), Cecilia Solaguren (Lucía), María José Alfonso (abadesa) e Irene Aguilar (tornera).

Confiamos en que la tradición de representar Don Juan Tenorio durante las festividades del Día de Todos los Santos y de Difuntos vuelva a instaurarse, y esperamos tener ocasión de volver a ver esta emblemática obra de nuestro teatro romántico y de la historia del teatro español en todo su esplendor; sin papeles en las manos, por favor.

José Luis González Subías


Fotografías: Luiscar Cuevas

Comentarios

  1. Por lo visto esta desacertada puesta de un clásico como el Don Juan Tenorio, con libreto en mano, en forma de lectura dramatizada pero realizado sobre un escenario como el de dicho teatro, solo puede tener dos explicaciones: el deseo de hacer algo “novedoso”, lo que en muchas oportunidades deviene en “desastroso” o negligencia al querer hacer “como sea” un trabajo no terminado pero con la intención de cumplir con la fecha simbólica de noviembre 1. Me inclino casi por la primera, teniendo en cuenta el innecesario cambio de texto argumentado….aires de cambios forzados que nos tratan de soplar.

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