Miguel Rellán da vida a "El maestro Juan Martínez que estaba allí", un monólogo creado por Xavier Albertí a partir de los relatos escritos por Manuel Chaves Nogales
Siempre es un gusto ver sobre el escenario a un actor de la altura profesional y humana de Miguel Rellán. La sola mención de su nombre es capaz de atraer el interés por cualquier pieza que represente en escena, con la total seguridad de que su interpretación satisfará nuestra voracidad de arte y teatro.
Ya habíamos visto con anterioridad trabajar solo, sobre un escenario desnudo, al actor, incluso en las salas más humildes de la capital -inolvidable aquel Novecento que le vimos interpretar hace más de cinco años, en una de ellas-, donde su figura se engrandece aún más con la cercanía de lo íntimo; y en esta ocasión vuelve a hacerlo en gran formato, en un monólogo adaptado por Xavier Albertí para este, a partir de una serie novelada de relatos escritos por el periodista y escritor Manuel Chaves Nogales, bajo el título de El maestro Juan Martínez, que estaba allí, que fueron publicados por entregas en la revista Estampa, durante los meses de marzo a septiembre de 1934. En ellos, Manuel Chaves narra las vivencias de un bailarín flamenco, al que conoció en el Cabaret Sevilla, de París, que huyendo de los desastres de la Gran Guerra se refugió en Rusia para toparse con la revolución soviética de 1917 y la guerra civil consiguiente, cuyas penurias padeció, en compañía de su esposa Sole.
El hambre, la miseria, la brutalidad, el dolor y las privaciones inherentes a la guerra se manifiestan en un conmovedor relato donde la necesidad de sobrevivir, y el anhelo de paz, en un mundo marcado por el odio y la sinrazón, lo son todo. El mensaje ofrecido por el autor, presente en la adaptación, trasciende el marco cronológico de los sucesos narrados para alcanzar una validez universal y atemporal, vigente -por desgracia- más de un siglo después. Como lo es la visión destructora de una revolución bolchevique que, como Atila, impide vuelva a crecer la hierba a su paso. Esta posición hace que la obra de Chaves desprenda un crítico soplo de libertad, muy necesario en tiempos de dogmatismos censores y autoritarios, cuyas consecuencias hemos visto demasiadas veces a lo largo de la historia.
La sobriedad del montaje, dirigido asimismo por Xavier Albertí, centra en la figura del bailaor y de su intérprete, ataviado como tal con un vestuario diseñado por Elda Noriega, sin aparato escenográfico alguno, más allá de una tarima circular, cuya iluminación (a cargo de Juan Gómez-Cornejo) aporta la ambientación necesaria a las diferentes secuencias que conforman la narración de los hechos -porque narración es; en primera persona, sí, pero narración al fin y al cabo-, toda la atención de la obra. De este modo, la palabra del autor, la intensidad de su relato y la prodigiosa interpretación de Miguel Rellán se constituyen en únicas protagonistas y valores exclusivos del espectáculo.
Rellán lo da todo sobre el escenario, con la contención y la maestría que le otorgan su arraigada veteranía. Sereno, seguro en sus cadencias, silencios y miradas, su cuerpo y su voz responden como un engranaje perfecto al servicio de su personaje, al que otorgan vida desde una naturalidad solo a la altura de los grandes maestros. Y Miguel Rellán, sin duda alguna, lo es. Solo por eso -además de los muchos valores inherentes al texto mencionado- merece ya la pena acercarse a la sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía para presenciar esta adaptación teatral de El maestro Juan Martínez que estaba allí, a cargo de Xavier Albertí, que permanecerá en escena hasta el 22 de diciembre.
José Luis González Subías
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