"Lienzo para tres", un tríptico teatral de Julián Teurlais, en La Casa de Rovodorovsky
Ayer asistimos a un nuevo estreno teatral; uno de esos estrenos sin alfombra, en los que, como en los más rimbombantes, numerosos amigos y gentes de la profesión -en este, en mucha menos proporción, dadas las reducidas dimensiones de la sala- acudimos para apoyar con nuestra presencia y afecto el trabajo que se presentaba. En esta ocasión, se trataba de un espectáculo construido con tres obras de breves dimensiones, escritas y dirigidas por Julián Teurlais, presentadas con el título conjunto de Lienzo para tres en la encantadora y acogedora Casa de Rovodorovsky.
Ya hemos asistido a esta fórmula en anteriores ocasiones -aún recordamos las graciosas Noches de amor efímero de Paloma Pedrero, o las no menos divertidas historias llevadas a escena por Valerio García Mera en Sobre el amor (y otros vicios malsanos)-, cuyo formato se adapta especialmente a los espacios escénicos alternativos donde suelen representarse. Recreando la dimensión clásica de los tradicionales tres actos, suele ser este el número de piezas que se ofrecen, con un reducido elenco actoral -por regla general dos; a lo sumo tres actores, como en este caso-; y una tónica común en todas ellas es su carácter cómico o tragicómico, siempre desde un posicionamiento irónico y distendido, en el que no falta el componente crítico y social, y el fondo decididamente humano.
Estos rasgos se mantienen en Nada personal, Nidivae (Deporte Nacional) y Por tu culpa casi me muero, las tres obras que componen Lienzo para tres. En la primera de ellas, dos hombres (interpretados por Julián Teurlais y Manuel Aguilar) se despiertan atados a sendas sillas, en lo que parece ser un sótano en el que solo se escucha el insistente sonido de unas gotas de agua salpicando la soledad de ese lugar asfixiante. Dos hombres que viven una misma situación, pero de forma muy distinta, cuya relación pasará de la angustia compartida a algo diferente, no menos angustioso. No responde esta al modelo "cómico" anteriormente comentado, y presenta un inquietante fondo dramático que no deja de ser efectivo -en algún momento llegamos a pensar en ese "teatro del horror" de Francisco J. de los Ríos, cuyo último montaje vimos también en la misma sala-; muy alejado del tono y el ambiente presentado en Nidivae (Deporte Nacional), segunda pieza del espectáculo que da un giro radical a lo vivido hasta ese momento.
Intervienen esta vez en escena los tres intérpretes (Maty Gómez, Manuel Aguilar y Julián Teurlais), en un magnífico trabajo individual y conjunto lleno de química y verdad. Recurriendo, esta vez sí, a la comicidad y la ironía, la acción nos adentra en los entresijos de la lucha por la supervivencia en la profesión teatral y cinematográfica; un reducido y competitivo mundo, cuyos miembros se mueven a veces entre la desmesura de los afectos y la hipocresía de unas relaciones tan reales como los personajes que interpretan, sustituyendo -también a veces- la necesidad de comer por el nutritivo suero de los sueños por cumplir.
Y concluye la representación con Por tu culpa casi me muero, picante y muy divertida pieza, interpretada por Julián Teurlais y Maty Gómez, que plantea una surrealista situación entre un paciente y su psicoanalista, que terminará de un modo muy diferente a como empezó. La procacidad y el descaro ofrecen en esta ocasión numerosos momentos en los que la carcajada aflora abiertamente.
El planteamiento escénico dado por Teurlais a sus creaciones, que él mismo dirige, se ha limitado a su yuxtaposición, dejando entre ellas el necesario espacio para sustituir el muy elemental atrezo empleado en cada pieza y hacer un mínimo cambio de vestuario. No hay concesión alguna a la inclusión de otros mecanismos escénicos, más allá del trabajo actoral -excelente, por cierto- sobre unos textos de buena factura, bien construidos dramáticamente, y la adecuada organización de las obras incluidas, que busca -y consigue- un crescendo cómico que permite al espectador salir de la sala con la sonrisa puesta.
No conocíamos ningún trabajo escénico de Julián Teurlais, que nos ha sorprendido muy gratamente, al igual que su extraordinario talento como actor; no solo en la pantalla, sino en un escenario.
Un verdadero descubrimiento y una velada teatral de la que salimos muy satisfechos, y estamos seguros satisfará a quienes se acerquen a La Casa de Rovodorovsky para ver este Lienzo para tres, que seguirá representándose en los próximos sábados. Una sencilla y segura apuesta por el teatro.
José Luis González Subías
De 10. Un relato y una crítica que rezuma saber del arte de la interpretación y, precisa y certera en todo lo que cuenta. Bravo por ti también.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus amables palabras, Juan Antonio. Un saludo.
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