Toni Acosta, una actriz de cine para "Una madre de película", de Juan Carlos Rubio


Un espectáculo interpretativo es el que ofrece Toni Acosta, en el Teatro Bellas Artes, con su nuevo trabajo en Una madre de película, de Juan Carlos Rubio. La conjunción entre estos dos grandes talentos, que ya han trabajado juntos en anteriores ocasiones -El sonido oculto (2023), Anfitrión (2020)- no ha podido ser más afortunada; y el resultado de esta aventura teatral, surgida de una idea original de ambos, es simplemente perfecto.

Bajo la dirección de Juan Carlos Rubio, cuyas raíces montillanas afloran en la obra, Una madre de película es una comedia muy cinematográfica que tiene la virtud -algo característico de su dramaturgia- de abordar aspectos de la condición humana de absoluta seriedad, a veces dramáticos, desde la comprensión y empatía con el otro -y, por qué no, con uno mismo-, tratados con una enorme sensibilidad, inteligencia y una amplia dosis de humor liberador.

En esta ocasión, Rubio nos ofrece un monólogo cuyo personaje central es una madre, de nombre Eva María -lo que ayuda a crear reiteradas situaciones cómicas en torno a su origen y la conocida canción con el que popularmente se relaciona- que padece el síndrome del nido vacío. La relación que mantiene con su ya crecido niño Alejandro, que estudia en Boston y va a venir a casa por Navidad, acompañado... ¡de otra mujer!, acentúa el sentimiento de soledad que padece Eva María, cuyo trastocado mundo -que no puede arreglar ni la peculiar psicóloga que la atiende- gira en torno a su condición de madre.

Rasgo definitorio y definitivo del personaje es su amor por el cine clásico, que la lleva a relacionar instintivamente cada situación que vive, conversaciones y recuerdos, con alguna memorable escena de película, cuya banda sonora hace sonar en su mente; a la que accedemos también nosotros, espectadores cómplices de sus pensamientos, con quienes conscientemente los comparte, aun sabiendo que "no estamos ahí" para escucharla.

Uno de los principales aciertos de esta obra que ofrece multitud de detalles y parece ir naciendo sin un plan estructurado -solo lo parece-, a medida que el personaje habla para sí mismo, expresando cuanto le viene a la cabeza -siempre relacionado con su historia personal y la de su hijo, que revive y reconstruye en escena-, es el planteamiento mismo de su construcción escénica. No son solo las anécdotas biográficas y los recuerdos nacidos del desahogo de Eva María -en los que el personaje se desnuda, ofreciéndonos una abundante información sobre su personalidad y su historia, que afecta tanto a su marido, del que está separada, como a sus padres- el eje sobre el que se construye la acción, sino que esta se refuerza con la construcción misma de la escenografía (diseñada por Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer) ante nuestros ojos, en una puesta en escena viva y orgánica, que, con el telón de fondo de un permanente fotograma, crece al ritmo del desarrollo argumental.

Un adecuado ritmo escénico, un texto lleno de matices, rico, irónico, inteligente, plagado de referencias cinematográficas que son en sí mismas un juego y un reto para el espectador; y una actuación espectacular, de película, por parte de Toni Acosta, que se mueve con envidiable soltura en los muchos registros que ofrece, bordando su actuación, es lo que se encontrará quien acuda al Teatro Bellas Artes para disfrutar de Una madre de película, que se mantendrá en escena hasta el 9 de febrero. Un sentido homenaje al cine, en fin, pero también a la familia, a los hijos, a los progenitores, y especialmente a las madres, que no deja indiferente. Muy recomendable.

José Luis González Subías


Fotografías: Guille Sola

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