"Matrimonio blanco", una obra de Tadeusz Rózewicz, puesta en escena por La Peatonal


Ayer tuvimos la oportunidad de conocer y ver por primera vez en escena una obra del dramaturgo Tadeuscz Rózewicz (1921-2014). Si bien, desde los años ochenta del pasado siglo, los textos de este importante autor polaco se han montado en alguna ocasión en España, su teatro sigue siendo aún muy desconocido. Precisamente los más importantes montajes de este, a cargo del Teatro Estable de Navarra -Matrimonio blanco (1988), El ayunador (1990)-, fueron dirigidos por Jaroslaw Bielski, autor de la traducción, junto con Elzbieta Bortkiewicz, de este nuevo montaje de Matrimonio blanco presentado en Réplika Teatro, centro de producción, formación, exhibición e investigación fundado por él mismo en 1989.

Una muy grata impresión nos llevamos de este apartado espacio teatral donde se respira creación y arte, y cuya capacidad, comodidad y condiciones técnicas nos sorprendieron. Pero más aún nos sorprendió y satisfizo la calidad del trabajo escénico realizado por la compañía La Peatonal, en la versión de este texto firmada por Iciar Ventepan y Flavia Forni, directoras asimismo del montaje junto con Jaime Cano.

Matrimonio blanco
 es una obra transgresora, incómoda por momentos, que muestra un mundo sórdido de pulsiones sexuales latentes en el seno de la familia y de la tradición más hogareña de la buena sociedad. Rozewicz, en este texto de 1975 -rabiosamente actual e iconoclasta aún hoy- abre las puertas al lado oscuro de la psique y los instintos, con la intención de provocar y remover en el interior de las conciencias. El descaro de la pieza y los temas que aborda, su actitud de combativa rebeldía y la denuncia de la hipocresía subyacente tras el rostro amable del orden, nos hizo pensar en algunos momentos en el transgresor mensaje de La señorita Julia, de Strindberg, y el más transgresor aún y disparatado mundo de Alfred Jarry y su Ubú rey; como nos trasladó a la senda del expresionismo escénico, del teatro del absurdo y de Grotowski. Incluso Nieva apareció en nuestra mente, en numerosas escenas de la obra, especialmente en ese personaje Papá-Toro tan significativo y simbólico.

Una historia en torno a dos hermanas que se acercan a la pubertad y crecen para integrarse en un mundo falso y sucio, no lejos del reino animal, presidido por un orden donde el macho impone su dominio y su deseo a unas hembras nacidas para procrear y darle satisfacción. Y la familia es paradigma de este modelo social. Este mensaje, que podría haber sido firmado por Angélica Liddell, se alinea con la tendencia al activismo feminista tan presente en nuestros escenarios desde hace tiempo; pero la inteligencia de una propuesta donde la estética y el gusto por el trabajo escénico se imponen, la alejan del empecinamiento dogmático y la elevan a la categoría de arte.

La sugerente y práctica escenografía creada por Pablo Chaves, en la que destaca el lecho enjaulado de las niñas y las multifuncionales lámparas de tela que adornan la escena, el vestuario de Teresa Julián y la iluminación diseñada por George Marinov, visten y dotan de sentido estético a un espacio en el que los cuatro intérpretes del espectáculo (Flavia Forni, Giancarlo Daponte, Iciar Ventepan y Mario Arinegui) realizan un excelente trabajo actoral, dirigido con un magnífico sentido del ritmo y de la intensidad dramática por Forni, Ventepan y Jaime Cano.

Una muy interesante propuesta teatral que confiamos tenga oportunidad de seguir viéndose tanto en este como en otros escenarios, e invitamos a nuestros lectores a no perdérsela. Tiene mucho que decir y expresar.

José Luis González Subías


Fotografías: Isabel Méndez

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