"La señorita de Trevélez", de Carlos Arniches, vuelve a los escenarios de la mano de Juan Carlos Pérez de la Fuente
La última bambalina regresa al teatro, y lo hace para disfrutar con uno de esos clásicos de un repertorio nacional que el Teatro Fernán Gómez, guiado por la experimentada mano de su director artístico, Juan Carlos Pérez de la Fuente, trata de rescatar, en una decidida apuesta por un teatro sólido, de calidad, enraizado en la mejor tradición de la escena universal.
Y mucho de universal tiene el asunto abordado -y los temas subyacentes- en La señorita de Trevélez, la emblemática obra de Carlos Arniches (1866-1943), estrenada en el Teatro Lara el 14 de diciembre de 1916. La burla, el escarnio y el engaño se dan cita en esta cruel sátira que el dramaturgo calificó como "tragedia grotesca"; un género no lejos del esperpento valleinclanesco, cuyo expresionismo distorsionante permite al autor retratar la realidad de forma crítica a través de un inteligente humor que anticipa elementos de un disparate que anuncia el futuro teatro del absurdo cómico. Tan inteligente como la dirección planteada por Pérez de la Fuente, quien asume la puesta en escena de un texto desaparecido de los escenarios desde hace casi veinte años, partiendo de una versión firmada por el dramaturgo Ignacio García May.
Ritmo, color, desenfado, riesgo medido, ingenio... todo un engranaje de ingenioso juego preside este brillante montaje al que no le falta nada y funciona como un mecanismo perfecto. La escenografía de Ana Garay (majestuosa en su dúctil, elegante, y al mismo tiempo práctica, ampulosidad), el vestuario de Almudena Rodríguez Huertas, la iluminación de José Manuel Guerra o el espacio sonoro de Ignacio García; y el magnífico trabajo, a la sombra, de otros importantes profesionales que dan forma estética y soporte físico al texto de Arniches y a los actores que interpretan su historia.
Todo sucede en una ciudad de provincias de hace cien años. La rivalidad de dos jóvenes por conseguir los favores de una criada que sirve en casa de los Trevélez, donde vive Florita, una solterona poco agraciada, ansiosa por encontrar el amor, lleva a uno de ellos, Tito Guiloya -las figuras de Picavea y este se funden en un solo personaje en la versión de García May-, cabecilla del Guasa Club -una panda de jóvenes ociosos, dedicados a entretener el tiempo burlándose de cuanto se les antoja-, a idear un maquiavélico plan para deshacerse de su rival, Numeriano Galán: enviar una declaración amorosa a Florita, en una carta, falsificando la letra y la firma de este. A la ilusión de aquella, al igual que de su protector hermano, el respetado y temido don Gonzalo, se une la desesperación de Numeriano, incapaz de salir de un enredo que se complica cada vez más y solo puede tener consecuencias muy dolorosas tanto para la ilusionada Florita como para él.
La sangre no llegará al río -aunque se halla cerca- en esta divertida historia donde el brillo chispeante y el humor de los diálogos arnichescos queda rebajado por el tono más serio de la versión, también grotesca, de García May, quien ha potenciado la malévola actitud de un Guasa Club cuyos miembros tienen más de gánsters mafiosos que de guasones burgueses provincianos.
La coreografía de unos movimientos perfectamente orquestados da forma y vida a una farsa en la que los personajes se comportan como fantoches a un tiempo ridículos y llenos de dignidad, encarnados por un fabuloso reparto de trece actores, con un excepcional Daniel Albaladejo en el papel de don Gonzalo de Trevélez, y unos no menos brillantes Daniel Diges (Numeriano Galán), José Ramón Iglesias (don Marcelino), Críspulo Cabezas (Tito Guiloya), Silvia de Pé (Flora de Trevélez), Rodrigo Sáenz de Heredia (señor Menéndez), Noelia Marló (Soledad), Marta Arteta (Conchita), Óscar Hernández (Peña), Edgar López (Lacasa), Julia Piera (Maruja), Natán Segado (Manchón) y Juan de Vera (Torrija). Todos ellos forman un elenco magníficamente cohesionado, sin fisuras, que cumple con solvencia su cometido.
Brillante estreno como director de Juan Carlos Pérez de la Fuente, en esta nueva etapa al frente del Teatro Fernán Gómez, donde la obra fue estrenada el pasado 16 de febrero. Este magistral montaje de La señorita de Trevélez, respetuoso con la obra original y audaz en una lectura que apuesta por la innovación, sin perder la contención debida al género, permanecerá en la Sala Guirau de este teatro hasta el 20 de abril. Una apuesta por el buen teatro y nuestra tradición teatral digna de agradecer, y que recomendamos a nuestros lectores.
José Luis González Subías
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