"Un millón de cadáveres", una nueva propuesta escénica de Elsinor Teatro, escrita y dirigida por Carlos Herrera Carmona

Fotografías: Paula Falgás

Elsinor Teatro, compañía sevillana afincada hace tiempo en Madrid, estrenó el pasado 8 de mayo, en La Escalera de Jacob, una nueva pieza teatral en la que su autor y director, Carlos Herrera Carmona, mantiene la máxima seguida por Elsinor desde sus inicios: la consideración del "teatro como púlpito" desde el que defender posicionamientos éticos beligerantes con la injusticia y la barbarie; un teatro comprometido con el ser humano, convertido siempre en centro de atención de las obras escritas y dirigidas por el dramaturgo sevillano, quien vierte asimismo sobre la realidad un manto poético de indudable factura artística que otorga a sus creaciones un carácter superior al mero compromiso ético sobre la escena, convirtiéndolas a su vez en productos de indudable valor estético.

Cuanto acabamos de decir, aplicable a otros textos que hemos visto y leído del autor, reseñados con anterioridad por La última bambalina, se ajusta perfectamente al conjunto de ocho piezas breves que conforman Un millón de cadáveres, el nuevo montaje que acudimos ayer a ver a La Escalera de Jacob.

Herrera Carmona regresa a la Guerra Civil española para volver a recordar y mantener viva la memoria de unos hechos marcados por el horror, la crueldad y la barbarie, con la intención de invitar a la reflexión y crear conciencia, apuntando directamente a un enemigo cuyo rostro y nombre -entonces y ahora- queda suficientemente explícito. No es el teatro de Carmona un teatro de insinuación y dudas, sino de certeza y denuncia, bien que, como señalábamos, esta se camufle entre los oropeles de la metáfora y la palabra poética. Autor de alta calidad literaria, es este uno de los rasgos más señeros de los textos que nos ocupan, incorporados a un montaje unitario dirigido con acierto y solvencia por Carmona. Autónomos en su confección y autosuficientes, amalgamados por el autor en un perfecto collage, coherente y cohesionado, la obra se sostiene con una entidad conjunta y propia, planteada como la expresión de diferentes hechos ocurridos durante la guerra, en la que héroes desconocidos y anónimos, que podríamos ser cualquiera en aquellas circunstancias, se convierten en víctimas inmoladas en el ara de un recuerdo imperecedero -o eso se pretende- que impida sepultar el pasado en el olvido, con el fin de que aquella historia, aquella historias, no vuelvan nunca a repetirse.

Con absoluta escasez de medios, pero sobrado ingenio para ambientar y recrear la atmósfera necesaria en cada situación, Carlos Herrera Carmona ofrece en Un millón de cadáveres un espectáculo denso e intenso, sin concesión alguna a la relajación o el humor -salvo quizá en la escena en que se menciona por primera vez el título de la obra, protagonizada por un hombre y una mujer, en una situación angustiosa, cuya conversación roza el absurdo-, que mantiene al espectador en vilo e inquieto durante toda la representación. Contribuye a la calidad del espectáculo el buen trabajo actoral desempeñado por Juan Pino, Silvia Ros e Ismael Vicente, los tres intérpretes que conforman el reparto. 

Una propuesta seria, dramática, incluso incómoda, en absoluto destinada a la complacencia o a la diversión, es lo que encontrará quien se acerque a La Escalera de Jacob, en Lavapiés, para ver Un millón de cadáveres, la nueva creación de Carlos Herrera Carmona, que seguirá representándose todos los jueves de este mes de junio.

José Luis González Subías

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