Lluís Homar, un Adriano para la eternidad


Ver en escena a Lluís Homar es un privilegio y un placer que todo amante del teatro debe darse cada cierto tiempo, para no perder la costumbre de contemplar a un actor con mayúsculas desplegando todo su poder sobre el escenario. Homar pertenece a esa raza de intérpretes de largo recorrido, de continente adusto y ademán clásico, cuya sola presencia es capaz de comunicar sin apenas inmutarse. Su perfecta dicción, el dominio de sus manos, la armonía de sus movimientos y su permanente consciencia escénica hacen de él un intérprete perfecto; válido tanto para la cámara -muy utilizada en el montaje que nos ocupa- como para las tablas.

Interpretar al emperador Adriano en la fantástica adaptación teatral realizada por Brenda Escobedo de la afamada novela Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, a partir de la traducción de Jorge Luis Borges, es un reto solo al alcance de muy pocos actores; entre ellos el barcelonés Homar, quien es capaz de deleitar al público y mantener su interés y atención durante cien minutos, en un largo monólogo de enorme calidad y belleza -literariamente, la obra es estupenda-, donde un emperador cansado y de avanzada edad reflexiona sobre lo que ha sido su vida hasta ese momento: su formación e influencias, sus anhelos, la relación con su predecesor Trajano, sus triunfos y decepciones, sus relaciones amorosas... La vida de un hombre aclamado y poderoso, reflejada no solo en su figura y su narración, sino en el fabuloso espacio recreado por la directora del montaje, Beatriz Jaén, que ha sabido trasladar la situación a una especie de plató televisivo, un reality show con el emperador como protagonista, al que acompaña casi en todo momento un equipo de realización que adopta diferentes papeles y funciones a lo largo del espectáculo.

Esta suerte de acompañamiento coral, interpretado por Cris Martínez, Álvar Nahuel -impresionante artista del movimiento corporal, que ofreció momentos mágicos-, Marc Domingo, Xavi Casan y Ricard Boyle, cuyos movimientos son dirigidos con absoluta precisión, y un sentido de la belleza y expresividad de los cuerpos asombroso, constituye uno de los grandes aciertos y atractivos del espectáculo, junto con la calidad del texto de Yourcenar -excelentemente adaptado por Escobedo- y la magistral actuación de Lluís Homar.

Un espectáculo y una puesta en escena de muy alta calidad, a la que contribuyen la escenografía de José Novoa, que consigue transmitir la neutralidad necesaria para recrear sobre ella la situación "televisiva" señalada y proyectar sobre su limpia blancura la efectiva y sugerente iluminación de Pedro Yagüe o la videocreación de Pedro Chamizo, el vestuario diseñado por Nídia Tusal y la música y el espacio sonoro creado por Tagore González.

Es, en definitiva, este montaje y adaptación teatral de Memorias de Adriano, que fue estrenado por primera vez en el pasado Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y desde el 19 de septiembre se exhibe en el Teatro Marquina de Madrid, una de las grandes producciones teatrales de esta temporada, que conviene no perderse. Podrá hacerse aún hasta el 12 de octubre. Muy recomendable.

José Luis González Subías


Fotografías: David Ruano

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