"María Callas, Sfogato", alimento lírico-dramático para el alma
María Callas, Sfogato... con este atractivo título se estrenó hace ya algunos años la obra de Pedro Víllora que desde el pasado mes 23 de septiembre se exhibe, para deleite del público, en el Teatro Amaya de Madrid.
Si algo distingue la producción del dramaturgo rodeño es su -valga la redundancia- distinción. Formado con un exquisito gusto estético y una sensibilidad acorde a este, sus creaciones exhalan siempre un hálito cultural que cierto público -un público selecto, a la altura de esos vuelos- agradece y necesita. Porque si es justo hablar al vulgo en necio para darle gusto, también lo es ofrecer la posibilidad, a quien lo quiera o necesite, de mirar a la belleza cara a cara para ascender a lo intangible y rozar el cielo. Y esto es lo que consigue de nuevo Pedro Víllora, en una obra llena de ternura y verdad -poética y humana- que nos acerca a la diva del canto María Callas, la soprano sfogato que hizo estremecer al mundo con su prodigiosa voz a mediados del siglo pasado.
Víllora nos acerca al mito Callas (Eva Marco) y a la mujer que hay tras él, María (Mabel del Pozo), en el momento final de su vida, apenas unas horas antes de su muerte. En un estado casi de delirio, acompañada por su fiel ama de llaves -lo más parecido a una amiga en ese momento-, Bruna (Anabel Maurín), María revive algunos de los momentos más importantes de su vida, que tiene banda sonora propia y una voz y una música, nacidas de sí misma, interpretadas por quien fue Callas.
El autor ha creado un texto de gran calidad literaria, y construido una historia atractiva, medida por los tempos y necesidades del teatro: ritmo dramático, cambios y silencios, contrastes, interés... La relación entre los dos únicos personajes "reales" de la historia está muy bien marcada: el ama de llaves, confidente, protectora, servidora y amiga, impecablemente representada por Anabel Maurín; y María Callas, ya María sin más, deshojada, marchitada y despojada de su brillo -que aflora solo en su delirio, con el cuerpo y la voz de Eva Marco-, a quien da vida Mabel del Pozo en una soberbia interpretación, llena de fuerza y dramatismo.
Alberto Frías, director del espectáculo, ha sabido extraer toda la potencialidad y magia del texto, dando visibilidad a esos contrastes y ofreciendo el ritmo requerido para guiar el citado interés; apoyado en un equipo artístico de gran solvencia, cuyo trabajo es impecable: el excelente y original planteamiento escenográfico de Juan Sebastián Domínguez, que convierte la habitación de María en una suerte de almacén con cajas de diversos tamaños, que albergan recuerdos, capaces de abrirse para crear nuevos espacios y situaciones; el más que correcto y realista vestuario diseñado por Sabina Atlanta; la importante iluminación de Enrique del Toro o la caracterización de Sara Álvarez.
Pero no hay duda de que el elemento distintivo de esta creación lírico-dramática -y quizá su apuesta decisiva y más sobresaliente- es la introducción de la música en directo y la interpretación, por parte de la magnífica soprano Eva Marco, acompañada por Natasha Belenova al piano, de un grupo de piezas muy conocidas del repertorio de la Callas, que dejó al público -hablo en primera persona- embobado: "O mio babbino caro", "Vissi d'arte", "Habanera", "Casta diva" y algunas otras, extraídas de célebres óperas (Gianni Schicci, Tosca, Carmen, Norma...) de Puccini, Bizet, Massenet, Saint-Saëns o Bellini. Un verdadero deleite para los sentidos... y para el alma.
Poner la ópera -algunos fragmentos escogidos de esta- al alcance del gran público es todo un acierto. Sí está hecha la miel para la boca de muchos; no hay más que acercarla a sus oídos, con el ropaje adecuado. Resulta muy difícil -yo diría imposible, salvo en casos de espíritus muy toscos, embotados por la materia- no dejarse arrastrar por la belleza de una voz humana delicadamente cincelada, acompañada por las notas de un piano, interpretando cualquiera de las melodías del repertorio incorporado por Víllora a su María Callas, Sfogato.
Momentos de profunda intensidad emotiva, lírica y dramática nos ofrece esta producción, que permanecerá hasta el 12 de octubre de el Teatro Amaya. Háganse un favor y vayan a verla.
José Luis González Subías
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