Jean-Claude Idée reivindica la figura y el legado de Francisco Ferrer, en un soberbio montaje dirigido por José Luis Gómez para el Teatro de La Abadía

Un texto de gran solidez, denso, profundo y aleccionador, ligado al teatro documento, es lo que ofrece Francisco Ferrer. ¡Viva la escuela moderna!, la obra escrita por el dramaturgo belga Jean-Claude Idée (1959-2022) -en una excelente traducción de Pollux Hernúñez- que estos días se representa en el Teatro de La Abadía.

Dirigida nada menos que por José Luis Gómez, la calidad del montaje que nos ocupa está garantizada. Rodeado de un equipo artístico de reconocido prestigio, con Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán como escenógrafos, Pedro Yagüe en la iluminación y Deborah Macías como diseñadora del vestuario -junto con la música y el espacio sonoro creado por Alberto Granados y las proyecciones de Jorge Vila-, Gómez cuenta con un reparto inmejorable, formado por Ernesto Arias (Francisco Ferrer), Jesús Barranco (Negrini, Capellán), David Luque (Francisco Galcerán y Ferrer) y Lidia Otón (Teresa Sanmartín, Srta. Meunier y Sol Ferrer). Impecable, soberbia, la actuación de todos ellos, así como el trabajo de ambientación, que permite disfrutar de la hondura de un texto de enorme valía.

Jean-Claude Idée toma la figura de Francisco Ferrer Guardia, un destacado librepensador, anarquista y pedagogo español, que fue condenado a muerte por un tribunal militar y fusilado el 13 de octubre de 1909, acusado de haber encabezado los sucesos de la Semana Trágica barcelonesa ocurridos ese verano. La acción de la pieza se sitúa en los días previos a la ejecución, durante su estancia en la prisión tras ser arrestado. Con saltos en el tiempo que nos permiten revivir algunos importantes momentos en la vida de Ferrer, lo más destacado de la acción se centra en la estrecha y amistosa relación que se crea entre el acusado y su abogado de oficio, el capitán Francisco Galcerán, quien no tarda en sentir viva admiración y respeto por su defendido, y la inclemente actitud del comandante Negrini, quien oficia la instrucción de un caso que ha dado ya por sentenciado; así como, tangencialmente, en la relación que Francisco Ferrer mantuvo con algunas de las mujeres de su vida, representadas en escena por su esposa Teresa, la joven francesa Srta. Meunier, cuya fortuna le ayudó a afrontar el proyecto de la Escuela Moderna, y Sol, la menor de sus hijas, que reivindicó la figura de su padre en varios libros publicados años después de su muerte, en los que no hay duda el propio Idée se inspira.

La obra del dramaturgo belga pretende tanto recordar y homenajear a tan destacado representante de la libertad de pensamiento y la causa revolucionaria, como ensalzar unas ideas y especialmente una labor pedagógica -desarrollada en la Escuela Moderna- cuya modernidad se vio refrendada décadas después, y de la que en buena medida somos hoy herederos.

Este magnífico montaje, intachable en su factura, posee un notable interés por la altura de su contenido, la fuerza dramática del conflicto planteado, la calidad literaria del texto, la fabulosa actuación de sus intérpretes y el extraordinario ropaje artístico del conjunto. Solo las inevitables partes discursivas y narrativas que se emplean en él -especialmente las primeras- afectan al ritmo en algunos momentos, restándole quizá algo de fuerza; pero en modo alguno empañan la intensidad de un drama que requiere el pausado tempo de la reflexión y la deglución minuciosa y atenta de las pasiones plasmadas en escena.

Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna! es una obra seria, un drama trágico histórico, con todo el rigor y la seriedad que el tema y el asunto abordado exigen. Un texto dirigido al pensamiento y a las emociones ligadas a este, que José Luis Gómez ha sabido montar con la maestría de los grandes. Este homenaje al creador de la Escuela Moderna y a las ideas que la sustentaron se mantendrá en las tablas de la sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía hasta el 7 de diciembre. No se lo pierdan.

José Luis González Subías

Fotografías: Lucía Romero