Teatro Tribueñe nos ofrece una nueva versión de " La gaviota" de Chéjov, dirigida por Irina Kouberskaya


La gaviota de Antón Chéjov vuelve a presentarse en un escenario madrileño. Esta vez en el muy singular y especial Teatro Tribueñe, una amplia sala situada en el barrio de Fuente del Berro (cerca de la plaza de toros de las Ventas), alejada de los espacios más habituales del circuito alternativo, que se ha convertido, con sus más de veinte años de trayectoria, en un referente de calidad en la programación madrileña. 

Su cofundadora, Irina Kouberskaya, directora del montaje, es la responsable de una versión -junto a Candelaria de la Serena- que añade al texto original del dramaturgo ruso parlamentos extraídos de sus confesiones e inquietudes más intimas, plasmadas en sus obras, diarios y cartas. Todo ello sin alterar en lo más mínimo el contenido de la pieza -más allá de prolongar, quizá en exceso, su duración-, en un montaje que cuenta entre sus principales aciertos con el escrupuloso respeto al espíritu y la letra de Chéjov. Este "Chéjov + Chéjov", como se presenta la obra, es más Chéjov que nunca. Hacía tiempo que no veíamos una pieza de este autor representada con tal fidelidad y respeto a la época en que se engendró. Todo el montaje desprende un tono, una estética y un ritmo que nos traslada a ese espacio finisecular, decimonónico, tan característico del tiempo en que la pieza fue escrita. Incluso la declamación misma de los actores parece recordarlo.

Una puesta en escena historicista
, reconocible asimismo tanto en el vestuario (a cargo de Hugo Pérez de la Pica) y la escenografía (diseñada por Kouberskaya) como en la ambientación sonora (también de Kouberskaya) o la iluminación (Nicolás Orduna, Miguel Pérez-Muñoz).

Mención especial merece la ambiciosa -y muy bien resuelta, contando con un escenario de no excesivas dimensiones- decisión de incluir catorce actores en escena. Un generoso reparto solo explicable, en un teatro de estas características, por el concepto de "compañía" que impregna el trabajo ofrecido y se respira en la sala. 

El conjunto de las interpretaciones en la representación a la que asistimos ayer, mostró la calidad y solidez del trabajo construido en equipo, con notables intervenciones que hicieron destacar sobre el resto la actuación de algunos miembros del reparto. Brillante la actriz Catarina de Azcárate en su papel de Irina Nikolaevna Arkádina, al igual que Candelaria de la Serena -maravillosas sus intervenciones cantadas- como Nina; magníficos Miguel Ribagorda (Sorin), Matilde Juárez (Mascha), David García (Dorn), Rafael Usaola (Shamráiev), Inma Barrionuevo (Polina Andréievna), Juan Matute (Medvedenko); ajustado y muy convincente en su papel de Trigorin estuvo Zalo Calero; y Kike Lafuente, si bien tuvo momentos notables como Konstantín -un papel nacido para lucirse- en muchas ocasiones nos pareció un poco sobreactuado. Correctos José Manuel Ramos (Yákov), Santiago López (criado), Sylvia Richter y María Paula Montoya (criadas).

Es, en definitiva, este nuevo montaje de La gaviota una excelente ocasión para recordar la famosa obra de Chéjov y apreciar sus enormes cualidades literarias y dramáticas; y de valorar el trabajo de una compañía y una sala, Tribueñe, que ha sabido mantener el espíritu y la esencia del teatro más tradicional, desde la profesionalidad y el respeto hacia un arte que mantienen vivo y honran. Estrenada el pasado 21 de noviembre, La gaviota volverá a ponerse en escena, viernes y sábado, los días 12, 13, 19 y 20 de diciembre.

José Luis González Subías


Fotografías: Revista Godot

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