Raquel Alarcón dirige "Historia de una maestra", una adaptación de altura, por Aurora Parrilla, de la novela de Josefina Alcecoa
Lo que ayer vi en el Teatro Valle-Inclán es una auténtica maravilla. Cuando me disponía a presenciar -no sin cierta dosis de escepticismo- una nueva historia de maestras republicanas y la consiguiente exaltación de aquel periodo de nuestra historia, contrapuesta al reverso tenebroso de la dictadura -para más inri, en forma de adaptación escénica de un texto narrativo-, lo que se alzó ante mis ojos fue la expresión artística de un sueño convertido en literatura y magistralmente trasladado al teatro. Pocas veces hemos contemplado y disfrutado una adaptación escénica de tal calidad, elegancia, profundidad, elaborada sencillez y delicadeza.
Aurora Parrilla ha sabido crear, a partir de la formidable Historia de una maestra (1990) de Josefina Aldecoa, una verdadera historia teatral, equiparable en valor al original novelesco de donde procede. Un excelente trabajo dramatúrgico, paralelo en excelencia a la magistral dirección de Raquel Alarcón, que cuenta con la dirección asociada de Laura Ortega.
La Historia de una maestra que desde el 21 de noviembre se representa en el Teatro Valle-Inclán, en esta nueva producción del Centro Dramático Nacional, es un homenaje a la educación como instrumento -que no arma- para cambiar y mejorar el mundo, a partir de la formación de los individuos. Una formación centrada en los valores de aquella Institución Libre de Enseñanza en la que se inspiraron y de la que nacieron muchos de los grandes pensadores, artistas e intelectuales de la Edad de Plata española; también la madre y abuela de la autora de este libro, maestras como ella, y a quienes toma como modelo y hace protagonistas -especialmente su madre- de la trama.
Uno de los grandes aciertos de esta obra, desde el punto de vista de su contenido, es el mensaje ofrecido en ella, alejado de habituales maniqueísmos guerracivilistas y centrado exclusivamente en la defensa de unos valores de alto contenido humanista y alcance ético, fácilmente compartidos por quienes creen en las posibilidades del ser humano como ente perfectible, capaz de vivir en armonía y libertad, en el marco de una sociedad de iguales.
Pero la magia obrada con este texto es fruto no solo de la potencialidad e importancia de su contenido, sino del más que elogioso trabajo artístico realizado por un equipo humano de exquisita profesionalidad, que ha dado lo mejor de sí y ha sabido encontrar el registro y la forma adecuada para plasmarlo, ofreciendo como resultado una obra de enorme interés y belleza. El ritmo aportado por Raquel Alarcón al conjunto, su excelente visión de la puesta en escena y la asombrosa habilidad para ofrecer permanentes estímulos sígnicos, emotivos y estéticos, apoyada en un equipo insuperable, ha dado como resultado una obra redonda; casi diríamos perfecta, si no desconfiáramos tanto de este adjetivo: la excepcional escenografía de Pablo Chaves, que juega con la amplitud del escenario y ofrece multitud de posibilidades, capaz de recrear los numerosos y muy diferentes espacios donde se desarrolla la acción; la excelente iluminación de David Picazo, que llega a inundar incluso al espectador; el efectivo y muy adecuado uso de la videoescena, a cargo de Elvira Ruiz Zurita, con efectos verdaderamente artísticos; la música y el sonido de Kevin Dornan; o el vestuario diseñado por Paola de Diego, que aporta a la historia el componente realista necesario para su acertada contextualización. Todos ellos, junto con sus ayudantes y resto de profesionales que intervienen en un montaje de esta envergadura, son también responsables de su óptimo resultado.
Pero, sin duda alguna, corresponde al fabuloso reparto elegido para dar vida a la obra el mérito principal de su excelencia. No hay fisuras en un trabajo impecable, individual y colectivamente. Todo funciona milimétricamente, todo fluye de manera natural; la acción, la entonación, los gestos, las pasiones... Brillante Julia Rubio, como madre de Josefina Aldecoa (Manuela Velasco); como lo son, junto a las citadas, el resto de actores y actrices que conforman este extraordinario elenco, cuyos nombres -Esther Isla, Thomas J. King, Andrés Picazo, María Ramos, Víctor Sainz, Ainhoa Santamaría, Fernando Soto, Alfonso Torregrosa, Pablo Vázquez- son de obligada y necesaria mención para finalizar esta crítica.
Una adaptación teatral de altura es esta Historia de una maestra, que se mantendrá en el Teatro Valle-Inclán hasta el 11 de enero. Yo no me la perdería. En mi opinión, de los mejores montaje de esta temporada.
José Luis González Subías






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