"La bruja", una nueva indagación de Francisco J. de los Ríos en los múltiples y engañosos rostros del mal


El mal adopta muchas formas y rostros. Ha convivido con el hombre desde los orígenes mismos de la humanidad, y su latente amenaza se ha percibido y hecho visible, a lo largo de la historia, en numerosas ocasiones. Vinculado, en la tradición cristiana, con el demonio y desconocidas fuerzas ocultas de origen infernal que acechan a los mortales, el folklore y la literatura popular ha extendido fabulosas leyendas ligadas a unos "imaginarios" seres, en ocasiones de alcance mítico, que han alimentado la fantasía más oscura y el terror de nuestra psique, en cuyos recónditos dominios duermen nuestros más despreciables temores y deseos... nuestros fantasmas. 

En una apuesta y empeño personal de Francisco J. de los Ríos, la compañía Teatro del Sótano, dirigida por este, acaba de estrenar en La Usina, un nuevo texto teatral destinado a indagar en esos fantasmas a los que la literatura del XIX -el siglo en que asienta definitivamente el terror como género literario moderno- dio nombre: Frankenstein, los vampiros, el hombre-lobo, asesinos en serie... No importa el nombre ni la forma adoptados por la bestia. Si en La habitación, el gran éxito de la compañía, que permanece en cartel desde enero de 2018 y tuvimos ocasión entonces de reseñar en estas páginas, Ríos se adentraba en el universo de Poe para indagar en el terror psicológico y la intriga del misterio, y en La sombra de monstruo -estrenada en septiembre de 2018- nos trasladaba a una imaginaria reunión en la villa de Lord Byron -siempre, en sus obras, el telón de fondo de la literatura-, con unos invitados de excepción, donde se gesta el monstruo de Frankenstein y el mito del vampiro, en La bruja, el dramaturgo continúa indagando en las sombras de la realidad volviendo los ojos de nuevo al mundo de la literatura de "terror", que con frecuencia ha adaptado una supuesta forma de literatura infantil que ha formado parte de las más persistentes pesadillas de los adultos. Brujas, lobos y desapariciones en el bosque forman parte del imaginario colectivo de un miedo atávico reconocible en muchos relatos de ficción; entre los que destaca Le petite chaperon rouge, de Charles Perrault (París, 1628-1703), cuento que Francisco J. de los Ríos toma como base para construir una historia absolutamente original y distinta, en la que, inspirado asimismo en el Libro de las sombras y el mundo de la brujería, presenta una historia de crímenes en torno a la caza de brujas medieval, donde el hambre, la licantropía, el deseo de venganza y los remordimientos formarán parte de un relato lleno de interés y atractivo.

Desde el punto de vista de la dirección y la puesta en escena, es este el mejor de los montajes de Teatro del Sótano que hemos tenido ocasión de ver hasta el momento. De los Ríos, director de un espectáculo que, más allá de la palabra, en esta ocasión se torna especialmente visual y auditivo, ha sabido crear el espacio y la ambientación adecuados para su historia, haciendo uso de una sencilla -pero efectiva- escenografía, a partir de una superficie confeccionada con papeles que semejan la hojarasca del bosque, una lograda ambientación musical y los efectos lumínicos necesarios para su fin. Contribuyen a crear el ambiente de esta impecable puesta en escena el vestuario (bellísima y significativa utilización del rojo en las prendas) y las máscaras confeccionados por Edna Brugat, y la propia interpretación de unos actores que, sabiamente dirigidos por Ríos, dan lo mejor de sí sobre la escena. A algunos de ellos, como Jennifer Baldoria (Aradia) y Salomé Peña (Bernadette), quienes nos han vuelto a cautivar con su trabajo, ya los hemos visto en anteriores montajes de la compañía -especialmente a Baldoria, espectacular siempre-; a las que se suman Anna Rocío Rivas (Nadine), que borda su papel de tierna e inocente caperucita, Susana Patier (Gisèle), símbolo de la ceguera y la ignorancia represivas, y Salvador Siguero (Gaston), el único varón presente en la historia, perseguidor de las brujas, inquietante personaje cuya importancia se va revelando con el transcurso de la acción. 

Francisco J. de los Ríos ha vuelto a sorprendernos (en realidad poco puede ya sorprendernos, pues no esperamos menos de este original aventurero de la escena) gratamente con una singular historia, muy diferente a la oferta teatral de otras salas; lejos de experimentalismos vanguardistas y ajustado a las pautas de una tradición escénica que supera, sin embargo, con una modernidad nunca superficial o impostada, sus apuestas escénicas son siempre originales, sorprendentes y cercanas. Al trasladarnos, en apariencia, a un tiempo remoto de fanatismo y superstición, donde las brujas (a la que se identifica con mujeres liberadas de las ataduras morales y sociales de su tiempo) son perseguidas como alimañas y seres infernales, cuando el verdadero peligro, el monstruo, se halla en realidad mucho más cerca, a veces donde menos se piensa, Ríos está ofreciendo un texto polisémico del que se puede extraer una lectura más actual, como siempre en las obras y montajes de este Teatro del Sótano.

Esperamos que La bruja siga los pasos de La habitación y pueda disfrutarse durante mucho tiempo en La Usina, donde, por el momento, seguirá representándose todos los domingos de este mes de mayo, a las 18:00 horas.

José Luis G. Subías

Fotografías: Goyo DE Pachecho Asunción

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