Teatro del Temple presenta "Mil amaneceres", de José Luis Alonso de Santos, en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares


Mil amaneceres, la última obra -hasta el momento- del maestro José Luis Alonso de Santos, sigue dando satisfacciones a la escena en forma de continuados montajes desde su aparición en letra impresa en 2019. No es habitual que un mismo texto dramático, más aún con las características del que nos ocupa, un extenso monólogo con leves desdoblamientos dialógicos o, en el argot de la época en que se desarrolla la acción, un bululú, sea llevado a escena poco después de su aparición, en tres montajes distintos y en tan reducido espacio de tiempo. Ya lo hicieron en 2022 la compañía Mentha Teatro, en Madrid -de cuyo trabajo dimos cuenta en una bambalina muy especial-, y el veterano Duende de Lerma en Valladolid y posteriormente en Burgos; a los que se suma ahora, aún muy vivos los trabajos dirigidos por César Gil y por Reme Rodríguez, interpretados respectivamente por Carlos Manrique y Luis Miguel Orcajo, el nuevo montaje de la compañía zaragozana Teatro del Temple, protagonizado por el actor Juan Alberto López bajo la dirección de Carlos Martín.

Solo un texto con la magia, la grandeza y el magisterio como el que nos ocupa puede provocar tal coincidencia de intereses, que, lejos de ensombrecer las diferentes propuestas con que este se aborda, lo enriquecen, se complementan y ofrecen distintas y complementarias lecturas de aquello que, como bien sabe Alonso de Santos, no se puede explicar. Confiemos en que la alegoría y el misterio que se oculta tras las palabras, esa razón oculta y poética que impulsa la sabia y siempre inquiridora mano del autor de aquel lejano y calderoniano Auto del Hombre o de ¡Viva el duque, nuestro dueño!, tan presente en Mil amaneceres, se abra paso en estas breves líneas cuya intención no es otra que dar cuenta de lo sucedido ayer, en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, donde la nueva versión de esta pieza, considerada ya por muchos la culminación dramática y literaria -mientras no llegue otra obra a desmentirlo- de José Luis Alonso de Santos, fue estrenada en el marco del Festival Iberoamericano del Siglo de Oro Clásicos en Alcalá.  

Estructurada en once capítulos cuyos subtítulos redundan en el aire novelesco que sustenta la historia narrada y dramatizada por el poeta teatral Benjamín Prados, llegado al hospicio de las Hermanas de la Caridad para velar el cuerpo sin vida de su viejo amigo y compañero de andanzas, el cómico a quien conoció en galeras, Antón Toledo, Mil amaneceres nos traslada a la España del siglo XVII -una alegoría de la de ahora y de siempre, pero también de cualquier lugar donde un hombre deba subsistir y encontrar el sentido de su existencia-; a ese mundo barroco donde la muerte, el hambre o el honor justifican o dan sentido al olvido, el éxito, la religión o la condena a galeras; casillas todas de un juego donde el hombre no es más que un peón de este gran teatro del mundo, y el proceso que le lleva a encontrar su camino -cuando esto se produce- un aprendizaje de sentido marcadamente existencial.

El enorme bagaje cultural de José Luis Alonso de Santos y su profundo conocimiento de la literatura clásica española se pone de manifiesto en una obra donde afloran -entre tantas otras cosas- la novela picaresca y el teatro del Siglo de Oro, así como una larga tradición cómica de la que el autor es digno representante. Ese humor siempre lúcido e irónico, que busca la complicidad inteligente de quien acepta y comprende con una sonrisa, sabiéndose "culpable" de ser tan frágilmente humano como el otro, sin dogmatismos moralizadores ni empáticos discursos aleccionadores, es un sello distintivo de Alonso de Santos, reconocible en la obra que nos ocupa como en tantas otras del autor.

Carlos Martín
ha propuesto un montaje ortodoxo y correcto, sin grandes aventuras experimentales, respetuoso con la estética del teatro popular tradicional -al que se ajustan el espacio escénico diseñado por Óscar Sanmartín y el vestuario de Ana Sanagustín, así como la música incorporada a la función por Gonzalo Alonso-, y ceñido a un texto valioso en sí mismo, suficiente para sustentar el trabajo interpretativo de Juan Alberto López, que responde a las expectativas y necesidades de un personaje tan rico y lleno de vivencias humanas como Benjamín Campos. Sus grandes recursos actorales, apoyados en una poderosa voz capaz de adoptar los más variados matices, le permiten dar vida momentáneamente a otras figuras que salpican las peripecias de este y de su mentor, consejero y maestro de vida, el ausente Antón Toledo, no solo de cuerpo presente en escena sino presente también, figuralmente, en los recuerdos vividos y recreados por Prados.    

No sé si el autor encontrará en esta nueva versión escénica de su texto -o en cualquier otra- ese algo que no puede explicarse y constituye para él la esencia del teatro; pero no hay duda de que los encargados de interpretar y traducir su mensaje prestan su vida en el intento. Obra intensamente literaria, profundamente intelectual, sentidamente humana, Mil amaneceres es la pregunta -o quizá tan solo una pregunta- y respuesta personal de José Luis Alonso de Santos al sentido de la vida, esa alegoría permanente reclamada con insistencia por el autor, consistente en expresar la seriedad dramática de la existencia través de un sentimiento cómico de la vida necesario, si no para comprenderla, al menos para abrazarla.

José Luis González Subías


Cartel: Óscar Sanmartín
Fotografías del personaje: Toni Galán
Fotografía ambiental: José Luis González Subías

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo