"La Regenta" de Clarín se sube al escenario en una excelente adaptación de Eduardo Galán dirigida por Helena Pimenta


La Regenta, la obra inmortal de Clarín, ese clásico universal de la literatura española -a nuestros ojos, posiblemente la mejor novela de nuestras letras contemporáneas-, ha sido llevada al escenario de la mano de un experimentado dramaturgo y adaptador escénico como es Eduardo Galán

No es esta la primera vez en que tal reto ha sido llevado a la práctica. Un personaje de la dimensión de Ana Ozores y el entorno amoroso-opresivo que gira en torno suyo, en el que la joven esposa de don Víctor Quintanar es víctima y verdugo a un tiempo, ha fascinado siempre a quienes se han acercado a este libro, y alimentado el deseo de corporeizarlo sobre las tablas entre quienes se dedican al arte de la escena. Son varias las ocasiones en que la Regenta ha subido al escenario. Sin ir más lejos, Jesús Torres escribió y dirigió una particular creación a partir del personaje, inspirada en la obra, que se estrenó en el Teatro Quique San Francisco en noviembre de 2021; y, sin contar la lectura dramatizada del texto llevada a cabo en 2014, dentro del ciclo Cómicos de la Lengua, organizado por la Real Academia Española, Marina Bollaín y Vanessa Monfort escribieron una adaptación de La Regenta, coproducida con los Teatros del Canal, que fue estrenada en 2012 en el Teatro Los Canapés de Avilés.

Eduardo Galán
se lanza, pues, al difícil reto de insistir en la dramatización de una obra monumental -en 1884 y 1885, las novelas acostumbraban tener esas dimensiones-, de la que ya existían precedentes escénicos, con el afán de ofrecer un producto teatral en el más completo sentido del término, capaz de atraer al público y de satisfacer las siempre elevadas expectativas de quienes hoy pueden acudir a un teatro seducidos por el título de una novela de hace ciento cuarenta años, y de seducir a quienes, sin conocer el referente original, son capaces de ser arrastrados por la tormenta emocional y pasional que azota tanto a Ana Ozores como al magistral Fermín de Pas y el seductor don Álvaro Mesía, cada uno desde posiciones sociales y realidades psicológicas muy distintas.

La Regenta
es la crónica de un adulterio anunciado desde el instante mismo en que la protagonista se presenta como una mujer en la plenitud de sus instintos, casada -y sin hijos- con un marido viejo cuya única pasión es el teatro antiguo y que la trata como a una hija. Su ardor físico, que trastoca su mente haciéndole buscar una espiritualidad que serene su frustración y sus deseos, la lleva a encontrar en su confesor el guía y el amigo con quien liberar sus emociones a través de la palabra y una compañía masculina que no reconoce como tal, pero que enciende asimismo los instintos humanos del magistral, mientras toda la ciudad de Vetusta -ese trasunto de Oviedo inmortalizado por Clarín- murmura a sus espaldas. Pero hay una amenaza aún mayor que rodea a la virginal esposa de Quintanar; la figura del mujeriego Álvaro Mesía, renombrado don Juan de provincias, que cercará a Ana hasta alcanzar su conquista. La historia culmina trágicamente, con sangre, y la ahora joven viuda, vilipendiada y despreciada por Vetusta en su conjunto, no podrá hallar tampoco en la confesión la paz con que acallar su soledad y su vergüenza.

Este bello, dramático e intenso mosaico de pasiones humanas ha sido sintetizado con absoluta maestría y acierto por Eduardo Galán, quien ha trasladado al lenguaje escénico un lenguaje nacido para ser disfrutado en la intimidad de la lectura. El adaptador ha sabido reproducir la historia de la novela sin tergiversar el estilo narrativo de Clarín, cuya voz sigue siendo protagonista del texto; y no metafóricamente, pues Galán ha tenido el acierto de hacer partícipe al escritor -convertido en narrador de la pieza, en un ingenioso juego del que participan todos los actores, hechos uno con el simple recurso de identificarse con unas gafas inequívocamente clarinianas- de la historia dramatizada.

Son muchos los aciertos de un montaje que parte ya, como señalábamos, de una adaptación excelente, sin fisuras. Y si a este soporte literario se suma el dominio del ritmo y la arquitectura teatral que posee su directora, Helena Pimenta, el equilibrio y la calidad del conjunto están garantizados. La acción de la obra fluye sin altibajos, hábilmente conducida en este tándem entre adaptador y directora que tan bien funcionó ya anteriormente en la adaptación de otra novela de la misma época: Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán. Se ha alejado la directora en este nuevo montaje del realismo empleado en el anterior, para hacer uso de un minimalismo escénico -diseñado por José Tomé y Marcos Carazo- que, sin más atrezo que unas simples sillas y mesas de color negro, plenamente actuales, reproduce los diferentes y múltiples espacios en que sucede la acción con una ingeniosa superficie de tono claro que recrea tanto la fachada de la casa familiar de la Regenta y Quintanar como otros edificios -entre ellos el casino-, y contrasta con la oscuridad circundante del escenario. La iluminación diseñada por Nicolás Fischtel contribuye asimismo a dar forma a estos diferentes espacios, tanto interiores como exteriores.

Son muchos los aciertos de este montaje, en efecto; y entre ellos, en lugar muy destacado, el magnífico reparto que lo ha hecho posible: una Ana Ozores, interpretada por Ana Ruiz, absolutamente creíble, llena de verdad y fuerza; tanto como Álex Gadea en su papel de don Fermín de Pas, Jacobo Dicenta como Álvaro Mesía, Francesc Galcerán en sus distintas intervenciones, Alejando Arestegui, Lucía Serrano, el siempre fiable y muy sólido Joaquín Notario, y una Pepa Pedroche que dio una verdadera lección actoral interpretando a doña Paula.  

Un excelente montaje de La Regenta, en definitiva, respetuoso con el original y muy actual en su concepción estética, que no deben perderse los amantes de la literatura clásica y del teatro. Podrá verse, hasta el 3 de marzo, en la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez. Muy recomendable.

José Luis González Subías
 

Fotografías: Teatro Fernán Gómez
Cartel: Juan Carlos Arévalo

Comentarios

  1. Javier Moreno Antonino17 de febrero de 2024, 22:44

    Coincido plenamente con tu acertado comentario a una obra tan bien conseguida, pues nadie que ame el Teatro puede salir decepcionado tras asistir a la representación de La Regenta en este espacio tan poco teatral, con estos excelentes actores y este equipo sobresaliente que la han hecho posible.
    Mover la acción dramática por ese gran espacio sin que se dispersen los personajes ya es un gran mérito, y a ello contribuye la contundente actuación de los mismos, sin fisuras, formando un bloque contundente en su efectividad expresiva y arropados, nunca mejor dicho, por un vestuario de las damas absolutamente deslumbrante por su belleza y sencillez.
    Todo es mesura y al mismo tiempo grandeza merced a una dirección impecable a la que, no obstante, se le puede achacar un notable bajón en la intensidad dramática justamente cuando debe ser el climax: en el desenlace de la obra pues, desde el comienzo, hay tanta fuerza en la acción actoral que el desarrollo es lineal en vez de ir in crescendo y, por tanto, falta ese remate sobresaliente que provoca la apoteosis, pero ello no es óbice para calificar de magnífico el espectáculo.

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    1. Muchas gracias, Javier, por tu inteligente observación; en mi opinión, muy acertada.

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