Perigallo Teatro nos muestra, en "Por voluntad propia", que la vida y el teatro son actos volitivos e intercambiables


Si algo caracteriza a la compañía Perigallo Teatro es su voluntad de hacer bien cuanto se propone. Y lo que se propone no es más que hacer, simple y llanamente, teatro; un teatro con el que poder indagar sobre la psicología, las emociones y el comportamiento humanos, y expresar, desde la creación artística, las inquietudes y anhelos de este en relación con su marco social. Este marco, como ya ocurriera en su anterior obra, Cabezas de cartel, con la que alcanzaron un importante éxito, se circunscribe en buena medida al ámbito mismo del hecho escénico; de ahí el importante componente metateatral que impregna tanto aquella como la nueva pieza que desde el 15 de marzo ha estado representándose en la sala Lagrada de Madrid: Por voluntad propia.

Para Celia y Javier, los dos personajes que logran encontrar su nombre y hacerse vivos, en un acto heroico de voluntad propia, vida y teatro son una misma cosa. Nacidos como personajes pensados en la mente de otros que escriben sus palabras, esta eterna pareja de personajes escénicos, cuyo formato dual ha estado presente en multitud de obras de la historia del teatro, protagonizan en escena un ingenioso e inteligente diálogo de raigambre pirandelliana y rasgos beckettianos, con multitud de guiños a la literatura dramática universal, que mostrará la impostura de su existencia, equiparable a la de sus propios creadores y la del público que observa.

Encerrados en un limbo atemporal, del que resulta imposible salir, a merced de la voz silenciosa de otros que dictan cuanto deben decir y hacer, el descubrimiento de su condición de personajes, entes destinados a recrear vidas ficticias, sin voluntad, voz ni vida propias, empuja a estos a buscar el nombre que los identifica como seres reales y únicos. Solo la rebeldía de dos titanes, con sus dudas, temores y enfrentamientos, unidos por el vínculo de un amor más allá de la ficción y la realidad, les permitirá encontrar ese papel en blanco en el que escribirán su verdadero nombre y trazarán su propio rumbo.

Celia Nadal
y Javier Manzanera, autores de un texto de gran calidad dramática y literaria, con la justa mixtura de seriedad y desenfado para crear una tragicomedia esperanzada llena de humor y dramatismo, son los exclusivos intérpretes -como ya ocurriera en Cabezas de cartel y en anteriores creaciones de Perigallo- de una historia circular, de complejo desarrollo, donde la palabra y la recurrente idea en torno al único conflicto posible en un texto de estas características lo es todo. La enorme versatilidad dramática de estos dos grandes actores, bajo la muy acertada dirección de Luis Felpeto, consigue llenar de acción y vida ese espacio ficticio, inexistente, entre camerino y trastero teatral, flanqueado por dos grandes marcos de espejo -único contacto con la otra realidad-, creado por Juan de Arellano, Pepe Hernández y Eduardo Manzanera; apoyados en un efectivo atrezo y en la iluminación y los efectos lumínicos de Pedro A. Bermejo y Francisco Martínez, respectivamente. 

Una bella metáfora de lo que somos y lo que podemos llegar a ser es el legado de esta nueva producción de Perigallo Teatro, a la que, como ya ocurriera con Cabezas de cartel, estamos convencidos aún le queda un largo recorrido escénico. Por voluntad propia permanecerá en la Sala Lagrada hasta el 24 de marzo. Una opción teatral muy recomendable para el fin de semana.

José Luis González Subías


Fotografías: Perigallo Teatro

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