"Cállate corazón", una antología que homenajea y da vida a nuestro repertorio lírico, en el Teatro Pavón


Coincidiendo con las fiestas más castizas de Madrid, capaces de vencer con su arte, chulaponería y tronío cualquier calor que se precie, dos importantes teatros enclavados en los populares barrios de Embajadores y La Latina han coincido en colorear este mes de agosto con aires zarzueleros. Si desde La última bambalina anunciamos hace días la feliz llegada al Teatro La Latina de tres importantes piezas de este repertorio (Agua, azucarillos y aguardiente, La chulapona y La revoltosa), hoy hacemos lo propio con su vecino Teatro Pavón, en cuyo escenario se representa desde el pasado 14 de agosto, con el título de Cállate corazón, un espectáculo antológico que nos ofrece un singular recorrido por muchos de los grandes números del teatro musical español, desde la zarzuela más tradicional a otras piezas extraídas de la revista, la copla o la canción popular. 

Los oídos más acostumbrados al género sabrán reconocer muchas de las melodías y textos ofrecidos en escena, extraídos en su mayoría de zarzuelas tan representativas del género como El barberillo de Lavapiés, La chulapona, El barbero de Sevilla, La del manojo de rosas, El dúo de la africana, La revoltosa, La Gran Vía, Agua, azucarillos y aguardiente, y tantas otras; que forman parte de la banda sonora de un pasado no tan lejano, pero en realidad alejadísimo ya de nuestro mundo. Esta distancia, y la escasa oportunidad de apreciar los valores y la belleza de esta tradición en la escena contemporánea, ha contribuido a alejar a las nuevas generaciones -y no tan jóvenes- de un tesoro artístico que desconocen y se halla, en principio, muy alejado de sus intereses. Seamos realistas; también lo están los museos, las exposiciones, el teatro en general, la arquitectura y tantas otras manifestaciones culturales que afortunadamente -para quienes las apreciamos- se prodigan hoy con más pujanza que nunca.

Espectáculos como Cállate corazón contribuyen a esta labor de mantenimiento y difusión de un patrimonio cultural que debemos preservar entre todos, lo cual ya es -aparte de sus muchas cualidades artísticas y su capacidad para emocionar y entretener- una buena razón para elogiar la iniciativa de Producciones Come y Calla en la creación de esta obra, que ha sido dirigida con acierto y solvencia por Susana Gómez, bajo la dirección musical asimismo -al piano en escena- de Miguel Huertas. Oportuna y efectiva la escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, quien ha sabido dotar al camerino donde se supone se desarrolla la acción que enhebra los números musicales, de un sentido estético y una practicidad acorde con la situación y la "trama"; así como el vestuario diseñado por Gabriela Salaverri y Mónica Teijeiro.

Partiendo de que lo sucedido en escena no es más que una excusa argumental, sin mayor trascendencia -aunque suficiente y bien traída-, para dar coherencia a la interpretación de los diferentes números musicales que se suceden, es en estos y en su ejecución donde debemos fijar nuestra atención y poner el foco de nuestra valoración. Con un reducido elenco de cinco intérpretes vocales y cuatro músicos -Cecilia Serra (clarinete), Irene Celestino (violonchelo), Miguel Huertas (piano) e Iván Mellén (percusión)-, el resultado obtenido es más que notable. María Rodríguez, a quien ya tuvimos ocasión de elogiar recientemente en su papel de Pepa en la zarzuela Agua, azucarillos y aguardiente, y hemos disfrutado asimismo viéndola representar a Manuela en La chulapona, volvió a deleitarnos ayer con su gracejo y desenvoltura sobre el escenario, y esa poderosa voz de soprano capaz de moverse con extremada soltura en registros inferiores, que contrasta armónicamente con la fina y atiplada tonalidad de la no menos excelente soprano Ruth González. El tenor cómico Ángel Walter sirvió de contrapunto y equilibrio a unas escenas que oscilan entre la gravedad, el humor y la ternura, sin perder nunca de vista el dinamismo necesario para el fluir de la acción, a las que el barítono Enrique Sánchez-Ramos y el tenor Paco Ramos dieron la contundencia y solidez necesarias en unas escenas de alta calidad lírica.

Este fue el reparto de la función de ayer, cuyos papeles son interpretados asimismo en otras ocasiones, respectivamente, por Milagros Martín, Rebeca Cardiel, Polo Falcón, John Heath y Álvaro Lara o Ricardo Calderón. Estos, o los ya citados, seguirán acompañándonos hasta el 15 de septiembre, en el Teatro Pavón, para recordarnos que la zarzuela y la lírica española siguen latiendo y aún tienen mucho que decir.

José Luis González Subías


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