El Teatro Bellas Artes vibra con "Dos tronos dos reinas", de Pepe Cibrián, y la magistral lección interpretativa de Nacho Guerreros y Nicolás Pérez Costa
No podíamos perder la oportunidad de asistir a un espectáculo que durante los últimos meses ha dejado impresa su huella por cuantos teatros ha pasado y en quienes han tenido la fortuna de disfrutarlo. Desde el pasado 9 de septiembre, todos los lunes y martes se representa en el Teatro Bellas Artes, en el marco de su denominada Programación Off, Dos tronos dos reinas, la obra de Pepe Cibrián que ha suscitado un unánime elogio por parte de la crítica y del público que nos sentimos dichosos de compartir.
Es tanto lo que se ha escrito ya sobre esta que nuestra bambalina poco podrá aportar a las esclarecidas voces que nos han precedido en los elogios. Así que nos conformaremos con sumarnos a ellas y nos limitaremos a destacar aquellos aspectos más sobresalientes de un montaje que nos ha parecido extraordinario en su conjunto.
Partiendo de un texto atrevido, de impecable factura literaria, en el que sobresale el sentido rítmico de un verso natural que se impone en la cadencia de las frases y modela las intenciones del discurso, el autor nos traslada a la Inglaterra isabelina para ofrecernos un tenso, dramático, sensible y decisivo encuentro entre la reina Isabel y María Estuardo, que nunca tuvo lugar, pero lo suficientemente posible como para construir una situación teatral propicia para el conflicto escénico.
El trasfondo histórico, en el que, junto a la amenaza externa del poderío español, afloran los conflictos internos de la Inglaterra de finales del siglo XVI y el peligro que suponía la depuesta reina de Escocia en su legítima aspiración al trono ocupado por su prima Isabel, que condujo a aquella al cadalso, sirve de base para un tour de force entre dos grandes personalidades; dos personajes de altura cuya fuerza e intensidad solo puede ser arrostrada con éxito por dos intérpretes de fuste, como lo son, en este caso, Nacho Guerreros y Nicolás Pérez Costa, director asimismo del montaje. Obsérvese el guiño -nada nuevo por otra parte, pero en este caso muy efectivo- de dar forma a los dos personajes de la historia con una pareja de actores, en recuerdo -intencionado o no- a la tradición teatral isabelina, donde los papeles femeninos eran interpretados por hombres.
La decisión no puede ser más acertada en este caso, pues Guerreros y Pérez Costa trasladan a sus respectivos personajes una deliciosa ambigüedad de ricos matices expresivos y escénicos, al tiempo que los dota de una fuerza y una personalidad realmente singulares, difícilmente alcanzables de otro modo. Nacho Guerreros ya nos había fascinado en su trabajo -no tan lejano a este en algunos aspectos- en Juguetes rotos, que pudimos disfrutar en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español hace cinco años; y su interpretación de la reina Isabel de Inglaterra no ha hecho más que ratificar la consideración que nos merece un actor de su talla. Simplemente, perfecto. Expresividad, sutileza, riqueza vocal, acentuados matices... Guerreros lo tiene todo para convertirse en quien desee sobre la escena; y su papel de reina ya entrada en años, digna y frágil a un tiempo, poderosa y expuesta, compasiva pero firme, lo borda. Como lo hace Nicolás Pérez Costa, en una prodigiosa interpretación de María Estuardo mucho más que convincente. La armoniosa actuación de ambos se amalgama como las notas bien afinadas de un buen violín y sus registros vibran al unísono para transmitir una contundente voz única que alcanza cada rincón del teatro.
Dos auténticos señores de la escena que ofrecieron una lección de saber estar, moverse y decir sobre el escenario, arropados por un maravilloso, colorido y realista vestuario -al que no falta detalle- de Rubén Díaz, al que complementa un no menos espectacular maquillaje y peluquería de Patricia Yepes; todo ello potenciado -junto con los elementos de atrezo (trono, sillas y telas) que ambientan la sala- por la iluminación diseñada por el propio Nicolás Pérez Costa, de la que obtiene no poco partido.
Faltan solo un par de funciones para que Dos tronos dos reinas finalice su aventura en el Teatro Bellas Artes, que concluirá el próximo 1 de octubre. Si aún no han visto esta inolvidable creación firmada por Pepe Cibrián, no dejen pasar la oportunidad de hacerlo. No es habitual encontrar en escena este tipo de obras, y la experiencia es más que recomendable.
José Luis González Subías
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