Shakespeare y su "Ricardo III" vuelven a escucharse, en el Teatro Infanta Isabel, por obra del actor y director argentino de Nicolás Pérez Costa


Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!"... Estas palabras, cuyo eco resuena en la memoria de cualquier persona cultivada que ha leído a Shakespeare, habiendo trascendido incluso al imaginario popular, retumbaron ayer con fuerza en el Teatro Infanta Isabel, en la nueva versión de Ricardo III que el prestigioso actor y director argentino Nicolás Pérez Costa ha puesto en pie. 

La célebre e impactante tragedia shakespeariana, con la que el autor inglés culminó sus dramas en torno a la historia de Inglaterra, presenta a un monarca despiadado y cruel, movido tanto por la ambición como por un enfermizo deseo de venganza contra todo y contra todos, fruto del rechazo y el odio contra sí mismo, consecuencia de su deforme y no aceptada condición física. Equiparable en fuerza y majestuosidad a las tragedias clásicas, alimentada por el regusto por la crueldad de raigambre senequista que inspiró a la tragedia moderna, Pérez Costa ha tratado de conectar su versión con ciertas tendencias escénicas que tuvieron gran predicamento en el siglo pasado -y aún están vigentes-, siguiendo el modelo de Artaud. La vuelta al teatro como rito catártico, la ceremoniosidad teatralizada de unas fuerzas naturales y unos instintos que se superponen a la razón... Todo es exceso en el comportamiento y en las formas de unos seres que, siendo únicos e individuales, constituyen símbolos del comportamiento humano universal. La complejidad psicológica de todos ellos no impide que sean a un tiempo reflejo de la simplicidad que impulsa los actos humanos. 

Shakespeare siempre impresiona por la voluptuosidad de sus tramas y la hondura de un lenguaje que alcanza lo sublime con la misma facilidad con que desciende al barro. Y Nicolás Pérez Costa ha sido fiel a este sello genuino del poeta inglés, aportando en su montaje un sabor de época capaz de extrapolarse a cualquier otra. Haciendo uso de unos barriles y unas oportunas escaleras de mano, junto con algún otro elemento de atrezo -como el trono- y un vestuario extraordinario -tanto como la caracterización-, Costa crea una puesta en escena brillante y llena de fuerza, dotada de un ritmo frenético potenciado por el empleo de la percusión en vivo, superpuesta al tono épico de la música incorporada por Pablo Flores Torres, junto con la destellante iluminación -sobre el premeditado tono de oscuridad que domina la escena- empleada por Alba Santiago.

Hay en la obra momentos brillantes, aportes de dirección sobresalientes; como la escena de la pesadilla del rey, acosado por sus víctimas, y el uso del sutil cendal blanco que lo envuelve todo; o ese impactante caballo -colosal Clavileño- construido con los elementos del escenario, sosteniendo a Ricardo mientras combate en buena lid, entre homérica y quijotesca.

Son muchos los aciertos de este Ricardo III propuesto por Nicolás Pérez Costa; pero, sin menoscabo de los restantes, lo más impresionante del montaje que nos ocupa es la espectacular interpretación de un actor cuyo histrionismo es pura naturalidad. Si en Dos tronos dos reinas ya nos fascinaron sus dotes interpretativas y su peculiar concepción de la puesta en escena, su dimensión como actor se engrandece aún más en este formidable trabajo que realiza interpretando al deforme y sanguinario rey inglés. Verlo en escena es un privilegio que merece la pena regalarse.

Comparten protagonismo en el escenario, junto a Pérez Costa, Ana Belén Beas -responsable asimismo de la producción escénica- y Goizalde Núñez, enorme actriz a quien hemos visto en otras ocasiones interpretando papeles masculinos -ahora dando vida a un más que creíble duque de Buckingham-, como el Clarín de La vida es sueño y el sirviente Lanza en Los dos hidalgos de Verona. Completan el reparto Zonia Lostanau, Patricia Domínguez, Juan Miguel Talaveras, Brian Huallamares, Omar Méndez, Álex Rojo y Hugo Coello. En total, un generoso elenco de diez actores que realizan un sólido y contundente trabajo.

Este Ricardo III que acaba de estrenarse presenta la peculiaridad de que se representa en horario matinal. Una oportunidad excelente para disfrutar de una obra maestra, y un montaje que extrae lo mejor de esta en tan solo noventa minutos. Todos los sábados y domingos, a las 12:30 h., en el Teatro Infanta Isabel. No se lo pierdan; merece la pena.

José Luis González Subías 


Fotografías: José Ángel Fernández de Córdoba

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