"Los brutos", de Roberto Martín Maiztegui, un texto y un montaje de gran calidad que conviene conocer


Roberto Martín Maiztegui (Madrid, 1986) debuta a lo grande en la dirección teatral estrenando, nada menos que en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-InclánLos brutos, su entrada definitiva en la literatura dramática como autor, tras su presentación en 2019 con Sueños y visiones de Rodrigo Rato, escrita en colaboración con Pablo Remón y galardonada con el premio Jardiel Poncela. Esta nueva obra teatral, de quien ha desarrollado hasta ahora su andadura profesional mayoritariamente en el ámbito cinematográfico, sitúa a Maiztegui en la línea de una generación de jóvenes dramaturgos -ya de mediana edad-, con Pablo Remón a la cabeza, que han marcado algunas de las tendencias escénicas más características de este primer cuarto de siglo; plasmadas en un tipo de teatro decididamente influido por el lenguaje cinematográfico y la narratividad.

No es casual que la primera obra para la escena escrita por Martín Maiztegui lo fuera al alimón con el dramaturgo -también guionista y director de cine y teatro- Remón, cuya trayectoria profesional resulta tan cercana en muchos aspectos a la del novel dramaturgo; surgido, podríamos decir, siguiendo su ejemplo y estela. Como aquel, Maiztegui es guionista y director de cine -ahora también de teatro-, e imparte clases de guion en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), donde ha mantenido un estrecho contacto con Remón, coordinador durante años, en la citada escuela, de esta especialidad. El paralelismo entre ambos autores y directores resulta visible también en la forma -construcción y planteamiento escénicos, desarrollo dramático- y el contenido de sus creaciones, que recogen aspectos autobiográficos relacionados con su vinculación con el cine, sus sueños y experiencias en torno a este (véase El tratamiento o Los farsantes, de Remón); presentados con un lenguaje y un tono realistas y cercanos, muy actuales, de un naturalismo casi cinematográfico, al que se dota sin embargo de una estética y un sentido tragicómicos que humanizan, al tiempo que distancian, los sucesos presentados en unas vidas que percibimos en cualquier caso como cercanas y verdaderas.   

Los brutos
 es una obra cargada de metaficción, donde los actores juegan a interpretar otras vidas que se desdoblan a su vez en distintos personajes. A través del relato y la ficción escénica de lo que se supone es un guion cinematográfico que trata de vender, la historia nos traslada a los humildes orígenes de Nito (Francesco Carril), en el Madrid obrero de Aluche. Su estrecha amistad con Isra (Emilio Tomé) y su primer amor, Naza (Ángela Boix), con quienes comparte aquellas vivencias exclusivas de un tiempo en el que se aprende a madurar y se escriben los sueños; su entorno familiar... Y la posterior evolución de unas vidas que toman diferentes rumbos. La escuela de cine, nuevos amigos y amores... el camino hacia una nueva vida que exige dejar otras atrás, acaso desde la inevitable traición a una parte de uno mismo de la que se desea deshacerse.

Martín Maiztegui
ha contado, para este emotivo y bien ambientado encuentro con un pasado muy cercano y real para quienes conocimos el Madrid de barrio de los años ochenta y noventa del siglo pasado, con un equipo artístico muy solvente y de probada calidad, habitual en los trabajos de Pablo Remón, cuya huella se halla muy presente en el espectáculo: es el caso de la original, expresiva y simbólica escenografía ideada por Monica Boromello, capaz de encerrar todo un barrio y sus gentes en una simple -y monumental- escultura de casas y comercios, adornando y presidiendo la escena; y la intimista iluminación de David Picazo, que juega con los claroscuros buscando la cercanía de un asolador realismo, cargado de expresividad. Sandra Espinosa (vestuario) y Sandra Vicente (sonido), por otra parte, son nombres habituales en las producciones del CDN de estos últimos años.

Destacado protagonismo y relevancia tiene, en el montaje que nos ocupa, el escogido elenco de cinco actores que protagonizan el reparto, cuyo trabajo es, simplemente, perfecto. Emilio Tomé y Francesco Carril, también habituales en las obras de Pablo Remón -de nuevo su influencia se hace visible en el espectáculo- y a quien no veíamos juntos en escena desde El tratamiento (2018), vuelven a encontrarse sobre el escenario, con la misma química, fuerza, emoción y verdad que muestran siempre en cualquiera de sus trabajos. Junto a estos, Javier Ballesteros, Ángela Boix y Olivia Delcán realizan un espléndido trabajo en sus diferentes papeles, formando junto a los anteriores, un excelente equipo.

Los brutos es una obra representativa y testimonial de un tipo de teatro muy en boga en los últimos años, en el que el deseo, no ya de representar una historia ficcionada sino de presentar la existencia misma -característico del llamado teatro posdramático-, y la narratividad como forma de expresión dramática -la palabra sigue siendo el motor de esta historia-, se imponen. Al margen de gustos personales y de concepciones en torno a lo que es o debe ser el teatro -difícil resolución ontológica para un género y un arte en permanente proceso de cambio y expansión-, el trabajo de Roberto Martín Mauztegui, tanto como autor como director de este espectáculo, nos parece de una calidad más que notable y muy merecedor de atención y reconocimiento. La obra de Mauztegui se sigue con interés y ofrece momentos de alta intensidad dramática y emotiva, con interpretaciones excelentes y una plasmación plástica de gran efectividad estética y significativa. En nuestra opinión, un texto y un montaje recomendables y de calidad, que hay que ver. Podrá hacerse todavía, hasta el 15 de junio, en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán.

José Luis González Subías


Fotografías: Bárbara Sánchez Palomero

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