"Oliver Twist" sube al escenario del Teatro La Latina en una versión musical firmada por Pedro Víllora y dirigida por Juan Luis Iborra, con composiciones de Gerardo Gardelin
Oliver Twist, el nuevo gran musical de la temporada, ha iniciado su andadura en el Teatro La Latina con la intención de permanecer con nosotros durante mucho tiempo. Con un elenco formado por más de veinte artistas, la mitad de ellos niños -esos niños olvidados que protagonizan el drama-, y un equipo artístico de probada solvencia, encabezado por Pedro Víllora como autor de la versión adaptada del texto, Juan Luis Iborra como director de escena, Gerardo Gardelin al frente de la dirección musical, Juanjo Llorens en la iluminación y David Pizarro como escenógrafo, esta superproducción impulsada por los creadores de Los chicos del coro recupera la conocida obra de Charles Dickens (1812-1870) para ofrecérsela al público de hoy en un nuevo formato musical.
La célebre novela del escritor inglés, teñida de ese romanticismo melodramático y costumbrista característico de su tiempo, de fuerte emotividad y con un claro mensaje moral y social subyacente, es adaptada con pericia y maestría por Pedro Víllora, experto en el arte de la adaptación y en un género que domina, como ha demostrado en tantas ocasiones -recuérdese, sin ir más lejos, su fantástica adaptación de Los chicos del coro o ese María Callas, Sfogato... que tuvimos ocasión de disfrutar y comentar en anteriores bambalinas-. La trama, hábilmente sintetizada en el esquema argumental básico de la obra y sus principales puntos de inflexión, se sigue con interés desde el comienzo mismo, que nos sitúa en mitad de la historia, con un Oliver Twist (Eneko Haren en la función de ayer) solo y desvalido en las calles del Londres de 1830, como acertadamente nos recuerda un letrero sobrepuesto a la escena a lo largo de buena parte de la acción. Encontrado y recogido por el simpático pillastre Hurón (un fantástico Pablo Grifé, sobrado de desparpajo escénico), este lo llevará a la guarida de esa banda de niños abandonados que dirige Fagin (excelente Rubén Yuste en su papel), adiestrados por este en el arte del robo y otras actividades destinadas a sobrevivir -y hacerle vivir bien a él- en la miseria.
No repasaremos las peripecias vividas por Twist en la obra, y los acontecimientos en los que se ve envuelto, en los que intervendrán variopintos y numerosos personajes. Dejemos que sea el propio espectador -si acaso no recuerda los sucesos de la novela- quien las descubra por sí mismo. Baste informar de que este Oliver Twist se trata de una obra eminentemente musical. Los números se suceden con rapidez, dejando a las escenas dialogadas el espacio mínimo para guiar la trama y sostener la acción escénica; de modo que es la música, y las composiciones de Gerardo Gardelin, el elemento más destacado de la obra que nos ocupa. Las interpretaciones vocales, tanto corales como unipersonales, se suceden, así como los bailes, a los que el coreógrafo Luis Santamaría aporta una amplia variedad de estilos, respetando siempre el aire clásico que impregna la pieza.
Ese sabor de época, magníficamente logrado, se percibe en todos los elementos que componen la ambientación del conjunto: la excelente escenografía diseñada por David Pizarro, que consigue otorgar a las escenas el realismo necesario -un realismo envuelto en la sombría atmósfera del Londres decimonónico, hábilmente recreada en la iluminación de Juanjo Llorens-, recurriendo a la inclusión de minimalistas elementos diferenciadores para ambientar espacios tan distantes como un orfanato, las cómodas estancias de la casa del Sr. Barrow o la sala de audiencias de un juez. Realismo visible asimismo en el vestuario creado por Macarena Casís.
Como en todo espectáculo teatral, vivo, recae sobre los intérpretes la responsabilidad última del resultado final y la conexión con el público. Veinte actores y actrices que comparten el escenario formando una sola voz y un solo cuerpo; un equipo humano que vibra al unísono y cuyos nombres, imposibles de recoger todos en estas líneas, dejaremos injustamente reducidos a un puñado; aquellos de más relevancia en la obra: Eneko Haren (Oliver Twist) -alterna en este papel con Daniel Escrig-, Pablo Grife (Hurón), Rubén Yuste (Fagin), Manu Rodríguez (Sr. Barrow), Lourdes Zamalloa (Nancy), Natán Segado (Bill Sikes), Marta Malone (Sra. Rose) o Tomy Álvarez (Juez Fang, Dr. Grimm), solo por citar algunos de la veintena de componentes de tan generoso y espléndido reparto.
El resultado de un trabajo de tal calibre, fruto de un gran equipo y un ambicioso proyecto, puede verse en el Teatro La Latina, donde Oliver Twist acompañará al público madrileño al menos durante los dos próximos meses. Una obra con la espectacularidad de los grandes musicales y la conciencia y ternura de un Dickens cuyo espíritu, tan necesario como hace doscientos años, sigue apuntando al corazón.
José Luis González Subías
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Fascinado con el juez Fang, con ésa canción en latín, cómo proyecta la voz al patio de butacas su intérprete Tomy Álvarez
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo. Uno de los grandes momentos del espectáculo.
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