2018: resumen de un año de teatro en Madrid


Como cada final e inicio de año, es fácil encontrar en los medios dedicados a la crítica teatral, tanto impresos como digitales (cada vez más estos últimos), diferentes listados con el ranking de las diez mejores obras representadas en el año que finaliza, confeccionados por los críticos que han seguido de cerca la vida teatral en una determinada ciudad (generalmente Madrid) a lo largo del citado año. La última bambalina, que ha asistido a un total de sesenta representaciones escénicas en 2018, de las que ha dado debida cuenta en estas páginas, ha querido ofrecer también su balance del año teatral ya concluido, aunque sin ceñirse a un listado restrictivo siempre incómodo e incompleto.

Hace ahora mismo un año, estrenábamos 2018 disfrutando en el Teatro Valle-Inclán de la genial interpretación de Carmen Machi en La autora de las Meninas, un divertimento cómico-bufo-satírico-burlesco, con ribetes trágicos, cargado de intención crítica, en el que Ernesto Caballero, su autor y director del montaje, reflexionaba irónicamente sobre el sentido de la cultura y el arte en nuestro tiempo. En nuestra opinión, si hubiéramos de proponer un listado con las diez mejoras obras del pasado año (no es nuestra intención), el trabajo de Caballero estaría incluido entre ellas.

Rafa Castejón y Marta Poveda en El perro del hortelano
Enero también nos dejó interesantes y originales propuestas teatrales, como la presentada en la sala La Usina, con el título de La habitación, donde Francisco J. de los Ríos recrea el universo literario de Poe en un montaje cuya autenticidad y atractivo le ha permitido permanecer en escena hasta hoy. Pudimos contemplar un nuevo trabajo de Blanca Portillo como directora, en una versión teatral de El ángel exterminador de Buñuel que no terminó de convencernos; y un trabajo que nos convenció, y mucho, de la compañía andaluza Histrión Teatro, en un bellísimo espectáculo dirigido por Juan Carlos Rubio, confeccionado a partir de La correspondencia teatral de Federico García Lorca, con una interpretación soberbia de Gema Matarranz y Alejandro Vera, que consideramos de lo mejor que hemos visto en 2018. Y finalizamos el mes con otro de los montajes que más grato recuerdo nos ha dejado: El perro del hortelano dirigido por Helena Pimenta, en el que pudimos disfrutar no solo del excelente texto del maestro Lope de Vega, sino de una divertida puesta en escena en la que brillaron dos de nuestras mejores parejas de la escena clásica en nuestros días, Marta Poveda y Rafa Castejón, acompañados por un reparto de primera.

Josep Maria Flotats y Pere Ponce en Voltaire/Rousseau. La disputa
Febrero fue asimismo un mes de intensa actividad teatral, en el que, además de descubrir la pequeña sala Arte&Desmayo, donde disfrutamos del montaje de ¿Quién teme a Viriginia Wolf?, de Albee, dirigido por Fernando Sansegundo, alcanzamos el éxtasis al estrechar la mano de Eugenio Barba tras contemplar la pureza artística del Odín Teatro en El árbol, representado en la sala José Luis Alonso del Teatro de la Abadía. Asistimos a funciones de teatro-documento y de denuncia en la sala Mirador (La esfera que nos contiene, de Carmen Losa), transgresoras y vanguardistas propuestas como la del director israelí Barak Ben-David en la "tragedia homosexual" presentada en Nave 73 con el título de Lo(r)ca; y pudimos disfrutar en el Teatro de la Comedia de la escena renacentista, gracias a la magnífica recuperación realizada por la compañía Nao d'amores de la Comedia Aquilana, de Torres Naharro. Pero sin duda este fue el mes, para nosotros, en que pudimos deleitarnos en el Teatro María Guerrero con el talento de dos grandes de la escena, Josep Maria Flotats y Pere Ponce, en el cara a cara que sostienen en Voltaire / Rousseau. La disputa, texto de Jean-François Prévand traducido por Mauro Armiño y dirigido por el propio Flotats, que constituye otra de las piezas señeras del pasado año, indiscutible en cualquier ranking del mejor teatro de la temporada.

Despedimos el invierno recordando el Primer amor a través de la mirada de Samuel Beckett, en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, y acercándonos a la obra de Íñigo Guardamino en Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte, que se representó en la sala Mirador. Y nos adentramos en primavera acercándonos al teatro clásico de la mano de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, con Los empeños de una casa, de Sor Juana Inés de la Cruz, y un nuevo texto de Lope de VegaEl castigo sin venganza, dirigido por Eduardo Vasco.

Juan Meseguer como Europa (fotografía: Rubén Gámez)
Arrancamos abril visitando los Teatros Luchana para escuchar a Kafka a través de José Sanchis Sinisterra, en Carta al padre. Tentativas de evasión de la esfera paterna, y reencontrando a Buero Vallejo en El concierto de San Ovidio representado en el Teatro María Guerrero, en un excelente montaje dirigido por Mario Gas. Escuchamos un espléndido monólogo humanista interpretado por Juan Meseguer en la sala José Luis Alonso del Teatro de la Abadía, en Europa, que a sí misma se atormenta, nueva producción de la compañía Nao d'amores dirigida por Ana Zamora. Continuamos alimentando nuestro gusto por el teatro clásico al asistir a la versión dirigida por Josep Maria Mestres de El burlador de Sevilla, representada en el Teatro de la Comedia; y disfrutamos de la magistral interpretación que José Sacristán nos ofreció en Muñeca de porcelana, traducción de la obra China Doll del estadounidense David Mamet, dirigida por Juan Carlos Rubio, representada en el Teatro Bellas Artes.

Los mariachis (otografía: Flora González Villanueva)
Mayo lució cargado de teatro, y a lo largo de dicho mes pudimos ver en acción al inmutable Arturo Fernández, cómplice del tiempo, maestro de la galantería y la comedia burguesa, en una ya veterana comedia de María Manuela ReinaAlta seducción, hecha a su medida. Nos adentramos en el universo del teatro comprometido, de fondo político, con Donde el bosque se espesa, que Laila Ripoll y Mariano Llorente presentaron en el Teatro Español; y descubrimos en los Teatros del Canal, con Los mariachis, por qué Pablo Remón es hoy uno de los dramaturgos más personales y atractivos del panorama teatral, cultivador de un realismo juvenil y cercano, plenamente contemporáneo, aunque sólidamente asentado en una tradición reconocible en cada una de sus historias escénicas. Tradición que Alfredo Sanzol explota sin disimulo alguno, más bien al contrario, en La valentía, comedia estrenada en El Pavón Teatro Kamikaze, que nos recordó algunos de los mejores momentos de la comedia de humor burguesa del siglo pasado. Descubrimos al Juan Vinuesa dramaturgo en el Teatro del Barrio, donde estrenó un muy interesante texto teatral, Tus otros hijos no te olvidan, dirigido por él mismo; y saltamos desde la más absoluta contemporaneidad a un clásico del teatro europeo del siglo XX, con La cantante calva de Ionesco, que disfrutamos en el Teatro La Latina en un montaje dirigido por Luis Luque.

Arlecchino (fotografía: Masiar Pasquali)
Antes de adentrarnos en los áridos meses del estío, vivimos un mes de junio pletórico de teatro: disfrutamos del Cyrano de Bergerac, de Rostand, con un inmenso José Luis Gil que bordó su papel en el Teatro Reina Victoria; asistimos en el de la Comedia a La cueva de Salamanca creada por Emilio Gutiérrez Caba, en un homenaje al teatro áureo realizado desde la metateatralidad y la perspectiva de nuestros días; nos acercamos a La Usina para contemplar el teatro de denuncia realizado por José y Javier Bizarro en Verjas. Desde la más cruel realidad nos trasladamos al universo trágicamente lírico de Doña Rosita la soltera, en un montaje de la compañía La Gatera en el que su director, Carlos Manzanares, volvió a demostrar el mágico don que posee para hacer suyas las obras de Lorca. Por el Teatro María Guerrero pasó Islandia, de la dramaturga badalonesa Lluïsa Cunillé, en un magnífico montaje dirigido por Xavier Albertí que supo transmitir la dramática sensación de un realismo asfixiante que se trasladó al patio de butacas. Volvimos a disfrutar del talento de Pablo Remón en otra de sus obras, El tratamiento, representada en El Pavón Teatro Kamikaze. Pero de todos los montajes que tuvimos ocasión de contemplar en los albores del nuevo verano, ninguno como el ofrecido por el Piccolo Teatro di Milano, que nos trasladó a las fuentes mismas del teatro popular italiano con la representación en el Teatro de la Comedia de Arlecchino, servitore di due padroni, del comediógrafo dieciochesco italiano Carlo Goldoni. Sin duda, de lo mejor que hemos visto sobre un escenario el pasado año.

La ternura (fotografía: Luis Castilla)
No fueron baldíos los meses de julio y agosto, en los que La última bambalina no descansó y tuvo la fortuna de asistir a un selecto grupo de montajes en Madrid, todos ellos de una altísima calidad. Comenzando con la merecidamente aplaudida y premiada La ternura, de Alfredo Sanzol; para nosotros, una de esas diez mejores obras que todo ranking debería incluir. A esta le siguió todo un clásico de nuestro teatro del pasado siglo: Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez, que vimos en el teatro homónimo de la capital en un excelente puesta en escena dirigida por César Oliva. Nos acercamos asimismo al Pavón Teatro Kamikaze para contemplar el espectacular trabajo interpretativo de María Hervás en Iphigenia en Vallecas, su personal adaptación de la reciente obra del dramaturgo británico Gary Owen. Contemplamos en el corral de comedias instalado en el Paseo de Moret, en el marco de la Fiesta Corral Cervantes, a Shakespeare y Marlowe, en el montaje dirigido por Jesús Castejón de La estancia, de Chema Cardeña, donde Javier Collado y José Manuel Seda realizaron un excelente dueto actoral; y nos adentramos en lo más profundo de la dramaturgia shakespeariana con el Hamlet dirigido por Alfonso Zurro, que pudimos disfrutar en el Teatro Fígaro-Alonso Marsillach.

Álex Villazán en El curioso incidente... (fotografía: David Ruano)
El reestreno de Première, de Verónica Mey, en los Teatros LuchanaLa sombra del monstruo, nueva producción de Francisco J. de los Ríos estrenada en La Usina, la presentación de Casandra, de Diana de Paco, en un excelente montaje dirigido por Miguel Cegarra e interpretado por Marina Miranda que tuvimos la fortuna de disfrutar en El umbral de primavera, y La verbena de la Paloma representada en el Teatro Victoria por la compañía Ditirámbak que dirige Óscar Cabañas, antecedieron a otro de los grandes acontecimientos teatrales del año: el estreno en el Teatro Marquina de El curioso incidente del perro a medianoche, adaptación teatral realizada en 2012 por Simon Stephens, traducida por José Luis Collado, de la novela del también escritor británico Mark Haddon, llevada a las tablas por el director José Luis Arellano García en una de las puestas en escena más originales, innovadoras e inteligentes que hemos contemplado en mucho tiempo; en la que descubrimos asimismo a un actor de enorme talento, Álex Villazán, el joven protagonista de esta historia.

Luces de bohemia (fotografía: marcosGpunto)
Con el otoño hicieron su entrada en el Teatro de la Comedia unos peculiares Reyes Magos que les sirvieron a José Carlos Plaza y Pedro Víllora para presentar y denunciar el drama de los refugiados sin patria en el Auto de los inocentes. Ramón Paso llevó a Otelo a juicio en la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez. Asistimos a la recreación teatral de La paradoja del comediante que Luciano Sánchez del Águila ofreció en la sala Off Latina, para confirmar que las afirmaciones de Diderot en torno al arte del actor tienen tanta validez hoy como en el siglo XVIII. Apreciamos la recuperación de la figura de Rosario de Acuña en la ingeniosa reconstrucción dramatizada que Asun Bernárdez hizo de su biografía en Rosario de Acuña: Ráfagas de huracán..., representada en la sala El Mirlo Blanco del Teatro Valle-Inclán. Nos divertimos y emocionamos con ese delgado tabique que separa la alegría de la tristeza, y que Juan Jiménez Estepa nos mostró en Los hombres tristes, obra estrenada en el pequeño e íntimo Teatro Lagrada. Pero octubre fue para nosotros, por encima de cualquier otro recuerdo teatral, el de la puesta en escena de Luces de bohemia en el Teatro María Guerrero, de la mano de Alfredo Sanzol, cuyo montaje quedará a nuestros ojos como modelo de adaptación de un clásico al lenguaje estético de nuestros días sin perder por ello su esencia e identidad previa, y en el que Juan Codina interpreta a un Max Estrella que nos convenció y cautivó.

Pepe Viyuela en Un bar bajo la arena (fotografía: marcosGpunto)
Arrancamos noviembre con la reseña de otra de las mejores apuestas teatrales de 2018, la representación en la sala de la Princesa, del Teatro María Guerrero, de Un bar bajo la arena, un sentido homenaje al espacio físico real donde se estrenó la pieza y a las numerosas gentes del teatro que habitaron ese lugar, escrito por José Ramón Fernández con ocasión del 40º aniversario de la creación del Centro Dramático Nacional. La joven actriz Ángela Chica nos deleitó con el personaje creado por Paco Bernal en Mirona, en un montaje dirigido por Juan Vinuesa que pudimos ver en los Teatros Luchana. Alberto Conejero nos ofreció, en Todas las noches de un día, un drama íntimo y psicológico dirigido con el acierto y el sentido tradicional que caracterizan las puestas en escena de Luis Luque, donde el amor se confunde con la muerte en un intenso diálogo protagonizado por Ana Torrent y Carmelo Gómez. Noviembre fue asimismo el mes en que conocimos al dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco, cuya obra El bramido de Düsserdolf se representó en la sala José Luis Alonso del Teatro de la Abadía. Y en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español asistimos a la representación de La puta de las mil noches, de Juana Escabias, y al duelo de titanes protagonizado por otros dos grandes actores: Natalia Dicenta y Ramón Langa.

Verónica Echegui en La Strada (fotografía: Sergio Parra)
2018 se despidió con la misma intensidad escénica con que había comenzado, y La última bambalina fue testigo y dio cuenta de ello. Contemplamos con el corazón cómplice la ilusión y el trabajo de una joven Esther Berzal, que presentó en la Sala Bululú Antes de agosto, una breve pieza concebida como una purificación emocional a través del arte. De las salas independientes y alternativas nos lanzamos a la sede del Centro Dramático Nacional, en el María Guerrero, donde disfrutamos del clásico de Albert CamusCalígula, en un original montaje dirigido por Mario Gas en el que el actor Pablo Derqui arrasó con una interpretación memorable. También tuvimos ocasión de contemplar el lado más amable de Juan Mayorga en El mago, un nuevo trabajo estrenado en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán. Nos trasladamos a la sala Juan de la Cruz del Teatro de La Abadía para disfrutar de otro excelente montaje dirigido por Mario Gas, esta vez de la adaptación teatral de La Strada, célebre película de Fellini versionada en 1999 por Gerard Vázquez a partir del guion original, donde descubrimos el enternecedor registro de una Verónica Echegui, en su papel de Gelsomina, que nos cautivó. De las grandes salas volvimos a saltar a los espacios alternativos, de pequeño formato, para encontrarnos con Bruto o neto, divertida comedia representada en la sala AZarte, escrita por Rebeca Serrada y Diego Zúñiga, que constituye el primer proyecto teatral de la recién creada compañía La Calufa, de la que son asimismo cofundadores.

Antes de finalizar el año tuvimos ocasión de ofrecer una última "bambalina"; esta vez dedicada a El precio, obra del dramaturgo estadounidense Arthur Miller representada en El Pavón Teatro Kamikaze, en un montaje de la barcelonesa Silvia Munt con el que damos por despedido un año de una extraordinaria riqueza teatral del aquí hemos dejado tan solo una pequeña, aunque significativa, muestra.

José Luis G. Subías

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